Cinco años después de ser aprobados, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) han alcanzado su madurez y, de manera generalizada, la sociedad ha asumido que conforman el acuerdo global por la sostenibilidad del planeta más importante de nuestro tiempo. Sin embargo, ante una situación de excepcionalidad absoluta como la que estamos viviendo en estos momentos, surge la pregunta de si sobrevivirán al COVID-19.
La Agenda 2030 había logrado consolidarse como una hoja de ruta común, en la que la colaboración entre instituciones públicas y privadas se hacía fundamental para promover una sociedad más justa, más respetuosa con el planeta y económicamente más próspera. Y así debe mantenerse. La integración de los ODS en las políticas de RSC de las compañías debe seguir siendo una prioridad porque toda crisis viene acompañada de mayor desigualdad y solo apostando por la creación de valor, con medidas equilibradas entra las dimensiones económica, social y medioambiental, lograremos asegurar el éxito de nuestro tejido productivo.
La emergencia sanitaria comienza a hacer estragos en diferentes capas de nuestra sociedad y vemos cómo la pandemia ha acentuado la condición de vulnerabilidad de muchas personas. Si antes del coronavirus éramos conscientes del propósito común de no dejar a nadie atrás, a partir de ahora las compañías tendrán que empatizar más y mejor con los efectos que la crisis sanitaria, económica y social empieza a dibujar en el medio plazo.
Afrontar un escenario volátil como el actual se consigue con planes de contingencia contrastados, claros, pero, también, y sobre todo, mediante una gestión integrada y adecuada de sus activos intangibles. Por ello, prescindir de la estrategia de RSC, precisamente en un momento en el que el foco de las administraciones públicas, las empresas y la sociedad civil debiera ponerse en la lucha contra las desigualdades y el cambio climático parece no ser la mejor opción.
En nuestra organización somos muy conscientes de estas necesidades. Operamos en el ámbito la economía social y trabajamos asumiendo el mutualismo como uno de nuestros pilares fundamentales, que nos lleva a un compromiso firme por generar el máximo valor a nuestro stakeholder clave: el mutualista. Todos los que trabajamos aquí hemos elegido comprometernos con cuatro objetivos: la salud y el bienestar, la igualdad de género, la educación de calidad, y el trabajo decente y el crecimiento económico. Los estamos abordando junto con otra de nuestras prioridades: la medición, reducción y compensación de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Todo ello en el marco de una estrategia interdepartamental y con sistemas de medición que nos permitan ver resultados y orientar nuestras acciones hacia la sostenibilidad a largo plazo.
Estamos ante una situación sin precedentes, triste y compleja desde una perspectiva económica, pero sin lugar a duda este escenario supone una oportunidad para redefinir el propósito social de las empresas, desarrollar planes de acción encaminados a garantizar el cumplimiento de las expectativas de los grupos de interés, y, por encima de todo, aportar así soluciones reales y palpables que creen valor compartido. En tiempos de coronavirus, apostar por la RSC es apostar por una salida económica y social de esta crisis.