Día Internacional del Abogado: ¿trabajo por cuenta propia o ajena? (+test bonus track)

Montar tu propio despacho o trabajar contratado. Sobre esta decisión vital para el joven profesional reflexionamos en el Día Internacional del Abogado. Y por si aún quedan dudas, te proponemos resolverlas con un nuevo y desafiante test.

¿Por qué unos abogados deciden ejercer en un despacho propio y otros por cuenta ajena?, ¿qué tiene que ofrecer un profesional para formar parte de un gran despacho?, ¿qué habilidades se desarrollan en una y otra posición? Hoy 3 de febrero, en el Día Internacional de la Abogacía, damos respuesta a algunas de las inquietudes de los letrados #SoyJoven y #SoyAutónomo, y de los no tan jóvenes.

Y para hacerlo, hablamos con Pascual Hernández, socio fundador de Estudio Jurídico Hernández (EJH), en Madrid. El germen del proyecto nació en el año 2000, especializándose en Derecho Mercantil e Inmobiliario, aunque en la actualidad gran parte de la jornada la ocupa en Corporativo.

Rosanna Garzó es abogada de empresa en Grupo Altadia, empresa del sector cerámico en Castellón con 3.600 empleados y presencia en 19 países, si bien anteriormente trabajó durante más de tres años en EY, una de las big four.

Ambos aportan dos visiones y experiencias muy diferenciadas que, curiosamente, confluyen cuando se les pregunta ¿qué hay que celebrar en el Día Internacional del Abogado? En los dos casos piden trabajar por la dignificación de la profesión del abogado, que de algún modo sienten presa de un progresivo deterioro desde su valoración social, algo que no perciben en los países del entorno europeo.

 

¿Cuál fue tu opción?

“Siempre he tenido muy claro que quería trabajar en una gran empresa, al menos quería intentarlo y, si era posible, vivir la experiencia.  Y hasta ahora, me ha compensado mucho”. Así lo cuenta Rosanna Garzó, joven abogada de 29 años que, tras licenciarse, aprobar el Máster de Acceso a la Abogacía y uno de Derecho Internacional, trabajó durante más de tres años en EY. Puesto que abandonó motivada por una oportunidad que la permitía volver a su Comunidad Valenciana natal y trabajar en otra gran corporación internacional: Altadia.

A sus 46 años, el periplo profesional de Pascual Hernández es diferente: “Después de dos periodos de prácticas y uno trabajando en la Universidad Antonio de Nebrija, dónde me habían ofrecido quedarme tras haber cursado un máster de Derecho Empresarial, decidí que no era mi destino definitivo, quería montarme por mi cuenta”.

“El gran problema que tenemos los abogados para ejercer por nuestra cuenta es, el que tiene cualquier empresario, conseguir clientes”, afirma Hernández: “Puedes tener una cualificación profesional y técnica bárbara, pero ¿si no llegan los clientes? Así que estuve un verano pensando cómo tener acceso a ese potencial de clientes”.

Era el año 2000, en el que España y Madrid en particular vivían el boom inmobiliario, “¿Y si montaba una administración de fincas?”, se preguntó. Y así lo hizo en el municipio de Pinto: “Si conseguía captar una gran comunidad, aparte de que ya me entraba un ingreso fijo, tenía la posibilidad de contactar con muchos de mis potenciales clientes para llevarles temas jurídicos”.

Finalmente, la administración de fincas fue vendida en 2016, pero a Hernández le sirvió de trampolín para consolidarse en Derecho Civil e Inmobiliario, tal como había planeado. Aquí entra en juego una derivada inesperada, y es que tuvo que atender a una importante demanda de procesos por reclamación de defectos y vicios constructivos. Más tarde, al proyecto se sumó su hermana Mercedes y una abogada excompañera de máster.

 

¿Qué exige el gran despacho al abogado?

En opinión de Garzó, la experiencia es una vivencia muy personal, por lo que no cree en grandes declaraciones. Lo que no resta un ápice de generosidad a la hora de compartir su recorrido: “Los grandes despachos priorizan a los abogados dinámicos, responsables, con amplitud de miras y que les guste trabajar en equipo. Quieren rodearse de profesionales resolutivos, capaces de responder con rapidez a una demanda y de soportar situaciones de alto estrés”.

“Merece la pena, porque es una experiencia que enriquece mucho. Con 24 años, tuve la ocasión de trabajar con los mejores clientes y tengo la sensación de que esos tres años y medio implicaron un aprendizaje que en otro lugar me hubiera llevado siete u ocho años. Mis jefes me decían que era como una esponja, siempre quería más”

Lejos de los tópicos que hablan de las duras exigencias que al abogado le esperan en estas posiciones, Garzó compara esa y su actual etapa con sus años de estudiante: “No es más duro que cuando te formas para la excelencia. Puedo entender que hay gente a la que le sobrepasa, si bien en algunos casos, quizás, se exagera”, señala.

 

¿Qué exige el trabajo por cuenta propia?

Pascual Hernández destaca tres puntos: “Quien quiera ejercer por su cuenta tiene que ser consciente de que va a ser empresario. A su labor como profesional liberal va a sumar otras de gestión, contabilidad, fiscalidad o marketing para las que además de formarse debe saber organizarse bien para administrar su tiempo”.

Como segundo aspecto, Hernández habla de una visión holística del Derecho: “Lo más habitual es empezar con una visión muy generalista, aunque ahora con las nuevas técnicas de marketing online es más fácil posicionarse en un nicho. Sin embargo, es habitual que la propia tendencia de los clientes, te lleven hacia una especialización”.

Y, en tercer lugar, la formación: “En un despacho grande, normalmente estás tutorizado por un compañero con más experiencia. Está muy bien, porque si tienes un buen equipo vas a aprender mucho, pero es un tema que a mí no me gustaba, porque hay que chupar mucha rueda y además te cuesta identificar cuál es la aportación real de tu trabajo. El aprendizaje como abogado independiente es un proceso más largo, pero muy gratificante”.

Otra de las claves del profesional independiente es el networking, área en la que es muy activo. Tras liderar durante años un grupo dentro de la red BNI (Business Network Internacional) con la que se reunía con otros profesionales y empresarios en su zona de influencia, finalmente fundó Lidiare Abogados, una sociedad profesional de abogados formada por abogados independientes.

“Otro desafío para el abogado independiente es el de la territorialidad. Hay temas que no puedes atender porque llegan de otros lugares y para tener una cobertura más global necesitas de este tipo de iniciativas. Lo mismo ocurre para atender otras especialidades del Derecho. Y además estas asociaciones permiten hacerlo con un grupo de compañeros, pero también amigos, garantizando un buen servicio.  Trabajar el corporativismo desde la atalaya de tu despacho es muy importante”.

 

Los aprendizajes

Rosanna Garzó solo tiene buenas palabras cuando resume la experiencia vivida hasta ahora: “Trabajando para grandes organizaciones he aprendido a organizarme bien. Gané en resiliencia, en capacidad para aceptar las críticas, que es muy importante cuando empiezas, y a ser una buena compañera. También aprendí a decir no, a parar los pies y distinguir entre lo importante y lo urgente para priorizar adecuadamente”.

Reconoce que un lujo del profesional independiente es tener la libertad de organizarse la agenda o elegir los clientes, “pero no lo echo de menos porque mi recorrido me ha compensado mucho en términos de experiencia, vivencias y formación”.

A quien ahora empieza, le recomienda “formarse y aprender varios idiomas”, porque el abogado joven debe poder ofrecer conocimiento y habilidades diferenciales. Sobre el futuro, no descarta ninguna opción: “Siempre he tenido la idea de tener mi propio despacho, pero conozco las bondades de la gran empresa, y de momento estoy muy contenta”.

Hernández identifica mayores problemas en esa puerta giratoria que puede llevar a un abogado independiente a una gran corporación: “Para una persona que ha estado toda su vida autogestionando su crecimiento profesional, subirse al tren de un gran despacho, con sus códigos y claves, no debe ser fácil de no despertar su interés por ser un referente en un área determinada”.

Su apuesta es no parar, y su actitud raya con la hiperactividad. Actualmente su labor profesional se centra en el servicio a una empresa de la que forma parte como socio junto a su mujer, pero no pierde de vista las tendencias del sector: “El mundo del derecho ha evolucionado mucho, y esas demandas de la gran empresa que antes eran atendidas desde despachos boutique y los grandes, hoy son también solicitadas por medianas empresas”. Ejemplo son compliace, protección de datos o protocolos antiacoso.

Pero, sobre todo, Hernández recomienda a los nuevos abogados ilusión y formación: “Tienes que creértelo, ¡eres el mejor abogado del mundo!, y sobre ese convencimiento pivota casi todo. Además, tienes que aprender caso a caso. Sin experiencia puedes convertirte en un magnífico teórico, pero ese conocimiento hay que ponerlo al servicio de la gente. Y no es sencillo, hay que ofrecerlo de un modo pragmático y conociendo la psicología de la gente, porque hay grandiosos abogados que no conectan”.

 


 
 

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