Tapering es la palabra

Una cosa debemos reconocerles a los anglosajones y es la capacidad no solo de resumir conceptos en un nuevo vocablo, sino el hacer extensivo su uso hasta volverlo tan cotidiano como aceptable. 

Sin duda -como es habitual a lo largo de la historia- la primera potencia exporta su léxico con pujanza. Así pasó con el español o el francés en otras épocas, antes de llegar al actual inglés americanizado, el idioma de la nueva economía.

Como ejemplo, la palabra de moda: tapering. Cuidado con la ortografía-fonética, porque no hablamos de acumular comida en el frigorífico, metida en envases de plástico: Hablamos de la reducción progresiva de esfuerzos, algo muy ligado al deporte, por cierto. Y, desde hace unos meses, a las políticas de los bancos centrales.

Desde el año 2008, con la crisis de Lehman Brothers en EE.UU. y un poco más tarde en Europa (de manera clara a partir del famoso “whatever it takes…” de Dragui en 2012), las políticas monetarias expansivas realizadas por los bancos centrales han sido la base de la recuperación económica global. Sin duda, eso nos ha ahorrado las enormes calamidades de un ajuste “duro” de las economías. No es una cuestión baladí: hablamos de la quiebra masiva de empresas y estados, tal vez el español entre ellos. En ese sentido, es mucho lo que debemos a estas instituciones monetarias. Aunque claro: todo tiene un precio.

el precio que debemos pagar es el asociado a la brutal expansión de la deuda pública. Parece sensato pensar que no es bueno tener esta cantidad ingente de deuda, por más que esté controlada por unos bancos centrales, que, al final del día, son quienes manejan la máquina de crear dinero. Una deuda así limita de manera notable el crecimiento futuro; aletarga a las empresas; distorsiona la asignación de activos, al generar inflación de precios de las inversiones. Y, sobre todo y por encima de todo, crea adicción.

Esto último, la adicción la hemos visto de manera meridianamente clara con la última crisis, el coronavirus. Nadie, absolutamente nadie ha dudado esta vez que los bancos centrales iban a apoyar a la economía mundial, con nuevas rondas monetarias expansivas. El resultado ha sido permitir una recuperación rápida de la macro…y de los mercados de activos.

La cuestión de fondo es que lo excepcional, por definición, debería ser excepcional. En otras palabras, lo razonable debería consistir en tender a una normalización monetaria, a medida que la economía también normalice. En otras palabras, ir ralentizando, en algún momento, pronto, el ritmo de los estímulos monetarios. Es decir, implementar el tapering.

Y el problema es que esta tecla es difícil de tocar. Los EE.UU., en un momento del ciclo más avanzado que Europa mantienen una auténtica discusión interna acerca del cómo y, sobre todo, del cuándo iniciar el tapering. En Europa, más aletargada, el Vicepresidente del BCE, Sr. De Guindos, quita opciones a la posibilidad de una retirada prematura, algo que parece acertado, teniendo en cuenta que apenas hemos comenzado la recuperación. Tampoco se trata, llegados a este punto de exuberancia monetaria, de estropear la fiesta.

Porque mientras tanto, los mercados siguen pegados a las declaraciones de los miembros de los bancos centrales, mirando de reojo los buenos datos macro que se publican, y con la inflación como principal referente: una subida descontrolada de la misma podría motivar una aceleración de las restricciones monetarias, tal vez incluso, en más largo plazo, una subida de tipos. Algo no especialmente positivo para las bolsas, teniendo en cuenta las valoraciones actuales.

Por ello, los inversores parecen mostrarse un poco más cautos en estos días. En la medida que la inflación, aunque se mantenga alta, no deje de ser un fenómeno coyuntural asociado a determinados cuellos de botella, y el crecimiento se mantenga elevado, los beneficios empresariales seguirán marcando la tónica inversora. Es decir, tendremos un buen año de mercado en variable. No parece que la renta fija vaya a seguir una tónica tan optimista, algo que entra dentro de lo normal, teniendo en cuenta las rentabilidades de las curvas de deuda. En todo caso, un poco de prudencia en estos momentos, tras el rally desde otoño. Y, con el verano encima, atentos al tuppering. Perdón, al tapering.

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