Situación mundial en extrema entropía

Apenas una semana para las elecciones presidenciales estadounidenses, de las que tantos temas dependen, y máxima incertidumbre acerca de quién será el futuro inquilino de la Casa Blanca. Las encuestas siguen dando una moderada ventaja a Biden, pero la fiabilidad de las mismas está siendo más que cuestionada. Conviene recordar que hace cuatro años, Hillary Clinton obtuvo en el conjunto del país tres millones de votos más que Trump, que sin embargo derrotó a la exprimera dama con cierta holgura, al conseguir los compromisarios de los estados clave. En ese sentido, toda la atención en lugares como Michigan, Wisconsin o Pennsylvania, además del clásico duelo en Florida donde, a tenor de los principales analistas políticos, una derrota de Trump sería poco menos que definitiva.

La cita electoral tan cercana convierte en muy difícil (aunque no del todo descartable) la posibilidad de que se pueda llegar a un acuerdo de estímulos en el Congreso estadounidense, algo que los mercados de activos demandan desde hace semanas. Como hemos comentado en distintas ocasiones, con una macroeconomía manifiestamente mejorable y un coronavirus en fase ascendente, los agentes económicos buscan solución a sus problemas estructurales a través de los analgésicos. Algo, no por entendible, menos cortoplacista.

Y hablando de estímulos, esta semana tenemos reunión del Banco Central Europeo, si bien parece poco probable que el organismo monetario sorprenda con nuevos estímulos, a solo unos días para constatar quién dirigirá la economía mundial, desde el otro lado del charco. Todo indica que será en diciembre cuando tengamos una nueva batería de medidas encima de la mesa.

Por lo demás, la extensión de la segunda oleada de coronavirus a nivel mundial acapara buena parte de la atención económica y no económica. Es evidente que, de persistir estos datos de contagio, la recuperación macro que contemplábamos para el final de 2020 lo será menos y, lo que es peor, la mejora prevista para 2021 lo será también en menor medida. En ese sentido, se sigue mirando hacia las vacunas como la solución del problema, aunque los tiempos y, sobre todo, el impacto de la pandemia, se ha extendido notablemente frente a las previsiones de hace seis meses. A día de hoy, en casi toda Europa, la campaña de Navidad se da poco menos que por perdida y empezamos a mirar con cierto desasosiego al verano del año que viene. Sin duda, pueden pasar y pasarán muchas cosas antes, que no tienen por qué ser negativas. Es más, reducir las expectativas puede tener un efecto beneficioso para la economía real y los mercados, si no se cumplen las peores noticias. Pero la realidad es que hoy nos encontramos en mitad de una importante incertidumbre, muy impregnada de pesimismo.

Por todo ello, no es de extrañar que las bolsas muestren pocas alegrías, y la deuda pública siga batiendo récords de rentabilidad a la baja, alentada tanto por el difícil entorno macro como por la voluntad inquebrantable de mantener la estabilidad del sistema de pagos, por parte de los bancos centrales. En ese contexto, máxima prudencia en los próximos días, especialmente hasta ver el resultado de los comicios estadounidenses.

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