En realidad, casi podríamos decir que, de momento, los inversores están interpretando los distintos datos publicados de la manera más positiva posible, en términos de decisiones de inversión. Las razones para que esto sea así, incluso en un contexto de elevada inflación, son poderosas.
En primer lugar y por encima de todo, está la confianza en los bancos centrales. No cabe duda de que las autoridades monetarias se han ganado en la última década esta confianza. En verdad, en gran medida, estos organismos han sido los garantes de que la economía global no va a colapsar, bien por una crisis financiera (Lehman), bien por una de deuda (los periféricos europeos y la prima de riesgo), bien por una de demanda (el Covid 19). En ese sentido, cobran especial fuerza las palabras de Jerome Powell tras la última reunión de la FED la semana pasada: “No vamos a sorprender al mercado”. En otras palabras, cualquier medida de normalización monetaria, llámese tapering o subida de tipos, va a ser conveniente telegrafiada y, en todo caso, comprometida con un fin esencial: no entorpecer la recuperación económica.
En segundo lugar, está precisamente la recuperación económica: si bien es cierto que los datos muestran una sensible desaceleración, no es menos cierto que seguimos creciendo a tasas elevadas comparadas con el pasado reciente, algo por otra parte que entra dentro de los esperable, tras el parón del ejercicio 2020. Sí, es verdad que la crisis de demanda se ha convertido ahora en un problema de oferta, derivado de los cuellos de botella que se están produciendo en determinados ámbitos de la economía, singularmente en la producción y transporte de materias primas. Pero no es menos cierto que la lógica indica que se trata de problemas coyunturales. Por decirlo en términos sencillos, el motor está frío al arrancarlo, después de haber estado parado el coche bastante tiempo.
Adicionalmente, en tercer lugar, los resultados empresariales están siendo francamente buenos, en general: En gran parte están reflejando el tremendo impulso de la demanda post-Covid. Dicho de otra manera, la normalización de la vida social nos ha llevado a consumir, a empresas y familias, de un modo realmente espectacular. Por supuesto, este desacoplamiento entre demanda al alza y oferta con cuellos de botella está en la base de la elevada inflación. Pero para las empresas, estas ventas no son sino buenas noticias que es previsible que se mantengan durante algo más de tiempo.
Finalmente, está la liquidez. Los mercados de activos llevan una racha increíble, con apenas correcciones. Sin duda los tipos bajos ayudan a ello. Pero es que, además, la tesorería en las casas de inversión es muy elevada, lo que es un incentivo brutal para buscar inversiones rentables. Ello empuja a los índices al alza. En otras palabras, también los mercados están sufriendo algo de inflación, aunque sería probablemente incorrecto denominarlo burbuja, al menos mientras el crecimiento justifique los precios.
Por todo ello y a pesar de la espada de Damocles que una inflación persistente puede tener sobre el sistema, los mercados financieros mantienen un tono general optimista. Incluso estos temores de inflación no son descontados como permanentes en el largo plazo. En verdad, las curvas de deuda están sufriendo un importante aplanamiento de rentabilidades, es decir, se infiere que las medidas monetarias que se tomen, ahora, evitarán subidas de precios, a largo plazo. Por lo tanto, existe cierta sensación de trabajar con red, soportada por los cuatro puntos que hemos comentado.
Ello no quita para que debamos seguir muy atentos a la publicación de nuevos datos macro, de cara a inferir la evolución futura del mercado: en concreto, como venimos comentando, hay que prestar atención a todos los indicadores que puedan traducirse en más y más consistente inflación. En ese sentido, los próximos datos de empleo estadounidense, como el recién publicado, se muestran especialmente importantes, sobre todo por lo que puede referirse a presiones salariales. Es decir, no está de más algo de cautela con respecto a unos mercados que se mantienen en zona de máximos, en un tono general que, no obstante, sigue siendo positivo.