En cuanto al BCE, a comienzos del pasado invierno ya hablaba de finales de primavera para una primera reducción…a la que seguirían al menos tres más.
De todo lo expuesto, tan solo el Banco Central Europeo ha cumplido, al menos en su primera parte, con el guion: tal y como se esperaba, la Autoridad Monetaria Europea redujo los tipos de interés oficiales en 25 puntos básicos, hasta el 4.25%. En realidad, tenía pocas alternativas a llevar a cabo esta medida, como hemos comentado. Demasiado telegrafiado el movimiento como para volverse atrás, sin que eso supusiera un fuerte golpe a su credibilidad.
Descontado por tanto este aspecto, casi toda la atención de la pasada reunión del BCE estuvo centrada en las nuevas proyecciones macro de la institución. En verdad, lo que hemos visto ha sido un ejercicio de adaptación a las nuevas condiciones macroeconómicas, como resultado de las cuales las previsiones oficiales de inflación subyacente han pasado del 2.6% al 2.8% este año, y del 2.1 al 2.2% en 2025. En otras palabras, el BCE estima que no se alcanzará su IPC objetivo hasta finales del año que viene o comienzos de 2026. Naturalmente, ello supone una nueva hoja de ruta con respecto al ritmo de bajadas de tipos de interés, tal y como comentábamos al comienzo del artículo. No significa que no vayamos a ver nuevas actuaciones en esta línea, pero, desde luego, no van a ser un proceso continuado ni inmediato. En realidad, sería esperable al menos una nueva reducción este año…pero no mucho más, a la luz de estos datos. Algo que los mercados han recogido de manera instantánea, volviendo a mostrar subidas de rentabilidad en las curvas de deuda y algo más de volatilidad en las bolsas.
Si las tensiones en Europa con respecto a los precios son la rabiosa actualidad de los mercados en el Viejo Continente (con permiso del resultado de las recientes elecciones al Parlamento Europeo), no menos se puede decir de lo que está ocurriendo con la economía Norteamericana: en ese caso, hablar de datos macro mixtos se queda muy corto con respecto a lo que se está publicando: un buen ejemplo es el ISM que, en su parte manufacturera muestra una intensa desaceleración (pasó de 49.2 a 48.7, por debajo del 49.5 esperado), mientras que en su versión de servicios aceleró del 49.4…¡al 53.8!, superando ampliamente el 51 estimado. En otras palabras, estamos ante una clara dicotomía entre sector industrial y servicios, que infiere menor crecimiento a futuro…pero una auténtica máquina económica de presente.
Por si esto fuera poco, el dato de empleo resultó, sencillamente desconcertante: por una parte, la creación neta de empleo resultó espectacular. Nada menos que 272 mil empleos nuevos, frente a los 180 mil esperados. En suma, una locomotora a pleno rendimiento…o tal vez no: El paro aumentó hasta el 4.0%, al tiempo que veíamos una caída de la ratio de participación, lo que resulta incongruente. En otras palabras, observamos unas tensiones muy fuertes en el mercado laboral estadounidense, que lanza señales de auténtica incertidumbre.
Como no podía ser de otra forma, también en EE.UU. los mercados han tomado estos datos de la peor manera posible, es decir, con fuertes retrocesos de la deuda y caídas más moderadas de unas bolsas, que ven desvanecerse la posibilidad de bajadas de tipos en 2024. De darse -salvo que los datos del paro y del ISM manufacturero derroten sin paliativos a sus contrapartes de empleo y servicios, a muy corto plazo- casi con toda seguridad sería después de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. Qué lejos quedan las posibles bajadas en marzo, ¿verdad?
Dicho todo esto, no están de más un par de reflexiones finales: la primera es que, aunque mucho más lento y penoso de lo inicialmente previsto, nos encontramos ya inmersos en un proceso de normalización monetaria, de la que la bajada de tipos de la Eurozona ha constituido el pistoletazo inicial. Es cierto que dentro de un mundo menos líquido, más compartimentado y, por ende, más inflacionario que el visto la pasada década. Pero normalización, al fin y al cabo.
El segundo punto es que esto puede aprovecharse, de cara a la inversión. Y nos referimos, una vez más, a la renta fija como principal objetivo, de nuevo tensionada en casi todos los tramos de la curva. En cuanto a la renta variable, todo dependerá de cómo evolucione la economía y del impacto que sobre ella tengan unos tipos altos más tiempo del previsto. En ese sentido, prudencia, al menos en el corto plazo.