Resulta muy manido calificar como “incertidumbre” a la situación de los mercados en un momento determinado del ejercicio económico. En realidad, la incertidumbre es la característica principal y, bajo determinado prisma, la razón de ser de los mercados financieros, en cualquier circunstancia. No obstante, hay que reconocer que, desde la irrupción del Covid 19, esta falta de certeza ha llegado a niveles realmente desorbitados.
En esa indecisión nos movemos ahora, una vez constatado que la inflación no va a ser un fenómeno pasajero, o no tanto como los bancos centrales nos decían hace apenas un año. La confirmación de que los precios están desbordados y que los organismos monetarios no van a tener más remedio que subir los tipos de interés, de manera rápida si no acelerada, ha cambiado la visión de los inversores de manera radical: a las subidas de bolsa de 2021 corresponden, de momento, bajadas en 2022; a la estabilidad de los bonos el año pasado le ha seguido un rally realmente espectacular de rentabilidades en renta fija, que literalmente tritura las valoraciones de estos activos adquiridas hace meses. Este movimiento ya está materializado y se corresponde con la nueva visión del mercado de que las cosas han cambiado, en términos monetarios…o no solo monetarios.
A día de hoy, perfectamente imbuidos de que hay que luchar contra la inflación, las principales dudas empiezan a surgir por el lado del crecimiento. Estas dudas tienen una triple vertiente: por un lado, cómo puede afectar al consumo, motor económico donde los haya, las subidas de precios. Por otro, aún más complicado, qué inferencia tendrá sobre la actividad económica las subidas de tipos de interés. Finalmente, y no menos importante, queda en el aire la traslación al ciclo global que pueden generar las restricciones en China, referidas al Covid.
En conjunto, estas dudas tienen una misma dirección, como decimos, que tiene que ver con un enfriamiento del ciclo. La entidad de este enfriamiento es la variable clave. Porque si realmente estamos ante un frenazo económico en ciernes, tal vez los bancos centrales no tengan tanta prisa por elevar los tipos de interés.
En consecuencia, se podría decir que nos movemos por la cresta de una montaña, a cuyos lados se nos abren dos indeseables barrancos: la inflación y el decrecimiento. Nuestra brújula, que nos permite seguir la senda correcta, son los tipos de interés: un fallo en esa derrota, y podemos caernos hacia un lado del abismo. En realidad, podemos caer en los dos simultáneamente, a través de un proceso de estanflación, aunque desde el punto de vista físico el símil tenga poco sentido.
La respuesta de los mercados en las últimas sesiones está siendo una razonable falta de dirección. “Razonable” porque se están produciendo movimientos de vuelta, cuando la cosa parece perdida y parece que vamos a perder pie en el acantilado. Conviene decir que la renta fija, tanto pública como privada, ha corrido ya un trecho importante en el camino del descuento de las subidas de tipos. La pregunta es si ha corrido todo lo que debería. Si el mercado determina que es posible que sí hayamos visto algo parecido a un techo (lo que dependerá de cómo evolucione la inflación) tal vez tengamos algo más de estabilidad en las curvas de tipos, lo que debería contribuir en cierto modo a serenar no solo a los bonos sino también a la renta variable.
Por lo tanto, y tras el fuerte movimiento de ida y vuelta de los bonos y de las acciones, los mercados se nos presentan con un importante grado de indefinición, entendiendo como tal un esperar y ver cómo van evolucionando los datos de inflación y de crecimiento, de cara a tomar decisiones correctas de inversión. En ese sentido no está de más aplicar una dosis extra de prudencia (que no hay que confundir con aversión al riesgo), lo que infiere mantener niveles adecuados de liquidez. Ello nos permitirá, dependiendo de nuestro perfil de riesgo, poder entrar en el momento más adecuado para según qué activos. En el entendido de que, con un nivel tan elevado de incertidumbre y la actual indefinición, el momento más adecuado puede ser sinónimo del menos inadecuado.