#Mercados: Los mercados ¿ajenos? a la geopolítica

En muchas ocasiones se ha definido a la geopolítica como el tercer pilar esencial de los mercados, junto con la macroeconomía y la política monetaria -es decir, la acción de los bancos centrales-. Bien es cierto que los shocks de tipo geopolítico pueden tener un carácter de alcance estratégico (por ejemplo, la crisis del petróleo de 1973), de duración relativamente limitada (como es el caso de las subidas de la energía, con relación a la guerra de Ucrania) o bien de muy corto recorrido, apenas unas sesiones. En el caso, actual, en relación con Oriente Medio o la actualidad española, tal vez ni eso…de momento.

Es evidente que no todos los acontecimientos geopolíticos, por lo que se refiere al mercado, son iguales. Sin hacer de menos a nuestro país, no es lo mismo el proceso electoral y de constitución de gobierno en España, que el que viviremos el año que viene en EE.UU., por poner un ejemplo. Análogamente, no es lo mismo -insistimos, a efectos de mercado, desde el punto de vista humano es otro asunto- que entre en guerra Rusia, un jugador total en el ámbito geoestratégico con un peso muy relevante en determinados ámbitos (por ejemplo, la energía) que Israel, un país habituado a periodos más o menos intermitentes de fuerte tensión.

Siguiendo con los ejemplos anteriores, la realidad es que el impacto de estos casos -muy relevantes para España y para el mapa del cercano oriente, sin duda- sobre los mercados de activos ha sido prácticamente nulo. En el momento de escribir estas líneas, el IBEX cotiza en máximos anuales, la prima de riesgo española marca niveles más reducidos que antes de las elecciones de julio y el petróleo está diez dólares más barato que el día en el que Hamas atacó a Israel, el 7 de octubre pasado. ¿Cómo entender esto?

La explicación es que los mercados mundiales están tan inmensamente preocupados por otras variables, que los aspectos de tipo político o geopolítico, para que causen efectos sobre el mismo, tienen que impactar de una manera muy directa sobre alguna cuestión clave del ámbito económico.

Como es bien sabido, las cuestiones que preocupan a los mercados actualmente tienen que ver con dos puntos esenciales: la inflación (y su derivada, la evolución de los tipos de interés) y el crecimiento. Los datos que manejan hoy los agentes económicos es que la primera de estas variables, los precios, están moderando a nivel global. Ello implica un cambio notable en la percepción de lo que deberían hacer los tipos de interés en los próximos meses. Si bien las curvas de deuda se mantienen tensas -en buena medida, gracias al mensaje hawkish de los bancos centrales, que no desean subir tipos y para los que esta tensión de curvas resulta muy útil al efecto- la idea que subyace es que, al final del camino, comenzaremos a ver bajadas de rentabilidades en todos los tramos, y algo de positivización de la pendiente, derivado todo ello de una inflación más contenida. Esta percepción está dando bastante vuelo al mercado de renta fija en los últimos días y, de manera indirecta, también a la renta variable, por la vía del descuento de un mayor multiplicador.

En cuanto a la segunda de las variables, el crecimiento, las últimas publicaciones a ambos lados del Atlántico sugieren, sin ningún género de dudas, una ralentización relevante de la actividad económica…aunque no tan relevante como para generar una recesión. De hecho, se trataría de datos bastante en línea con lo que la Reserva Federal denomina “un aterrizaje suave de la economía”. Esas inferencias son las que están determinando también que las bolsas mantengan un tono positivo. La idea que habilita este comportamiento vendría por unas expectativas de beneficios empresariales menos castigados de lo que podrían preverse con un mayor deterioro del crecimiento.

No obstante, y como decíamos más arriba, las cuestiones del ámbito político o geopolítico en general y las dos cuestiones mencionadas en particular sí podrían tener incidencia en los mercados bajo determinados supuestos. En el caso del conflicto árabe-israelí, de la mano de una extensión del mismo a nuevos actores, singularmente a Irán. Ello provocaría una escalada de la incertidumbre muy elevada, ya que, por un lado, pondría presión al precio del petróleo -no solo por lo que respecta a la producción iraní, sino por los posibles cortes de flujo del crudo de los países del Golfo, consecuencia de las hostilidades- y, por otro lado, implicaría riesgos de tipo militar para occidente, singularmente de la mano de una posible intervención estadounidense en apoyo de Israel. Un escenario realmente preocupante…y en año electoral, que afectaría a las variables clave de inflación y crecimiento mencionadas.

En el caso de España, la receta para evitar problemas económicos derivados de la inestabilidad política es muy clara: hay que cumplir con las normas que emanan de la Unión Europea, tanto a nivel económico como político. Salirnos de esta senda podría provocar fuertes subidas de la prima de riesgo, es decir, de la confianza de los inversores en nuestra capacidad de financiación, en un movimiento similar al que sufrió la Italia de Salvini, en 2018. Esto sería muy preocupante para las cuentas públicas -aquí el riesgo tiene que ver con los tipos de interés reales, otra de las variables clave- algo absolutamente inaceptable para una nación con niveles de deuda claramente superiores al 100% del PIB.

De todo ello concluimos que los mercados sí están atentos a la geopolítica…pero evalúan y discriminan cuánto y cuándo deben preocuparse y por qué. Confiemos en que no vean razones para tomar una posición distinta de la que parecen estar tomando.

 

 

 

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