Y no nos referimos con este término a la alta geopolítica, dedicada a asuntos estratégicos, tales como Ucrania, conflicto comercial con China o crisis en Oriente Medio. Nos referimos a la política nacional de cada país, a la lucha de los partidos y las distintas opciones por llegar al poder.
En los últimos días y semanas hemos tenido una importante convulsión de la mano, en primer lugar, de las elecciones al Parlamento Europeo y, en segundo término, de las elecciones legislativas que se están llevando a cabo en Francia y que tienen su origen en los resultados obtenidos en el país galo en dichos comicios. En esencia, lo que se está planteando -a falta de una segunda vuelta- es que el partido de Marine Le Pen puede hacerse con una mayoría importante, tal vez absoluta, en la nueva cámara francesa. En una primera vuelta, su victoria ha sido clara, aunque no definitiva. El resultado final dependerá de posibles alianzas en el otro lado del arco parlamentario, dominado por el Frente Popular de Mélenchon. De momento, los mercados han tomado estos datos con una actitud bastante constructiva, especialmente en las bolsas, no tanto en la deuda. Aunque tal vez existan otras razones para este último movimiento, como veremos más adelante.
Siguiendo el calendario, antes de asistir a esta segunda vuelta en las elecciones francesas, tendremos cita electoral en el Reino Unido. A día de hoy, las encuestas parecen decantarse por un futuro gobierno laborista. Algo que los mercados ven, sin embarazo, con razonables buenos ojos.
Pero si hay algún acontecimiento político relevante este año, éste es sin duda las elecciones estadounidenses de noviembre. En estos días no dejan de aparecer manifestaciones con respecto a los dos candidatos a ocupar la Casa Blanca, pero, de manera significativa tras el debate llevado a cabo por ambos contendientes el pasado jueves por televisión, en línea con poner de manifiesto las serias debilidades mostradas por Biden, si no como gestor, sí como cabeza de un cartel electoral.
Parece claro y evidente que no es lo mismo que gane Le Pen o Mélenchon, laboristas o conservadores, Trump o Biden. Desde luego no lo es en términos económicos, donde variables tan importantes como el gasto público, la relación con China, o el enfoque con respecto a Rusia puede tener muchísima relevancia. Esto es algo que los mercados van a mirar con lupa, en las próximas semanas y meses.
Dicho todo esto, y haciendo algo de abstracción a la actualidad política, conviene tener muy presente que un país, sus fortalezas y debilidades, y desde luego, su gran realidad económica, son conceptos de muy largo plazo que exceden las posibilidades de la acción política a corto. En otras palabras, los EE.UU., la República Francesa y el Reino Unido representan unas economías de primerísimo nivel, unas industrias con un grado de competencia a nivel global elevadísimo, una fuerza laboral importantísima y una capacidad tecnológica punta. Estamos hablando de países con una estructura interna muy fuerte y con agarres exteriores muy sólidos -especialmente en el caso de Francia, un país clave dentro de la Unión Europea-. En resumen, hablamos de colosos. Y, como tales, con movimientos inerciales, en temas económicos, muy poderosos. En ocasiones para mal…otras veces -y probablemente este año pueda ser una de ellas- para bien.
Por todo ello y no restando ni un ápice de importancia a la política, lo fundamental es analizar, desde el punto de vista estratégico e inversor, el fondo real del país. En ese sentido, como ejemplo, los EE.UU. se encuentran ante el desafío de moderar su inflación en un entorno de crecimiento relevante, aunque en vías de ligera moderación. La buena noticia es que los últimos datos registrados apuntalan esa vía, como ha sido el caso del deflactor del PCE, el indicador de inflación más seguido por la Reserva Federal. Pero más importante aún es el hecho que Norteamérica es la primera potencia mundial, lo que implica un conjunto de fortalezas absolutamente definitivas, como decíamos más arriba. Análogamente, las deudas en Europa reflejan hoy tensiones en el día después de las elecciones francesas, pero ello se debe fundamentalmente a las perspectivas de IPC´s, superiores a las estimadas inicialmente.
Por tanto, y desde el punto de vista inversor, cualquier movimiento negativo en los mercados que pudiera acontecer en EE.UU., Francia o un país cuestionado por su coyuntura política, pero con fuertes agarres económicos estratégicos, puede constituir una oportunidad de inversión muy interesante, a largo plazo. De manera especial estamos pensando en su deuda pública, pero esto puede ser también extendido a los bonos y acciones de compañías sólidas del país. Y ello debido a que los países, sus gentes, su estructura, permanece mucho tiempo, mientras que los gobiernos… van y vienen. Por tanto, no está de más algo de prudencia y visión con luces largas. Porque en este tema es, tal vez, muy aplicable la famosa frase de Winston Churchill “conocí a un hombre que, en su lecho de muerte, comentaba que su vida había estado llena de problemas, la mayoría de los cuáles no habían existido en realidad”.