Comenzamos un mes de junio que, salvo sorpresa mayúscula, representará la primera bajada de tipos de interés en la Eurozona desde la era Covid, es decir, desde que el mundo económico -y no solo económico- ejecutó un volantazo, poniendo punto final a aquellos tipos cero o negativos “que habían venido para quedarse” -y realmente lo parecía en aquel momento- para darnos una vuelta por una inflación acelerada y unos tipos en subida vertical, ayudados, dicho sea de paso, por una coyuntura geopolítica que, desde la invasión de Rusia por Ucrania, cambia radicalmente las reglas del juego macroeconómico, a nivel estratégico.
Pero hablábamos de sorpresa mayúscula en el caso de que no se baje un cuartillo de punto los tipos. En verdad, el Banco Central Europeo se ha encargado de telegrafiar esta medida, prácticamente desde comienzos de año, incluyendo la fecha posible de finales de primavera. Blanco y en botella. En ese sentido, poco efecto deberían tener los últimos datos macro que se han publicado en Europa, en la medida en la que no satisfacer las expectativas del mercado llevaría, en primer lugar, a un efecto previsiblemente nada positivo sobre deuda y renta variable y, en segundo término y mucho más importante, a una pérdida de credibilidad del BCE y de su presidenta Christine Lagarde, algo muy importante, la reputación, para el buen gobierno de los asuntos monetarios del Viejo Continente.
Dicho todo eso, no es menos cierto que los últimos datos macroeconómicos a los que hacíamos referencia muestran un claro sesgo hacia la prudencia, en cuanto a los siguientes movimientos de la Autoridad Monetaria europea. En concreto, nos referimos a la inflación del área euro, cuyos últimos baremos muestran, en general, no solo subidas frente a los datos anteriores -algo explicable debido al incremento de precios de electricidad y carburantes, esencialmente- sino números por encima de lo esperado por el consenso de mercado. Como ejemplo, el último IPC de la Eurozona adelantado de mayo marcó el 2.6%, frente al 2.4% anterior y 2.5% esperado. Y algo parecido puede decirse de la generalidad de países europeos, singularmente Alemania y España.
Estos datos de precios estarían en sintonía con una recuperación -lenta, pero recuperación, al fin y al cabo- de las economías europeas, tanto en datos reales -por ejemplo, los PMI´s- como de expectativas. En este último caso, resaltamos el dato de IFO publicado en Alemania que, no obstante, sigue moviéndose en niveles muy bajos, acordes con el moderado despegue de la economía germana.
En ese sentido, no está de más comentar las palabras de Philip Lane (economista jefe del eurobanco) en el sentido de que -asumiendo la bajada de junio- se van a mantener las restricciones monetarias en Europa. Algo que, por cierto, ya había insinuado antes Luis de Guindos. Y es que el mayor temor de nuestro banco central es que una bajada prematura de tipos provoque una vuelta de las espirales inflacionistas, razonablemente contenidas, sí, pero en absoluto ya embridadas. Sin duda este miedo es mucho mayor que el contrario, es decir, provocar con unos tipos rigurosos un estancamiento de la economía europea. Sí, se trata de otro gran mal. Pero un riesgo asimétrico, a ojos del BCE y, por tanto, preferible.
Además, en este punto, conviene tener en cuenta que las posibilidades de una bajada de tipos en EEUU en esta primavera son realmente bajos. En este caso, la sorpresa, ya veríamos si positiva para el mercado, sería ver bajar tipos a la Reserva Federal. En realidad, con una inflación claramente por encima del 3% y con una desaceleración económica que, existir existe, pero de manera mucho más tenue de lo que cabría esperar, dados los tipos de interés, se antoja muy difícil un movimiento en este sentido…y en esa línea se manifiestan, casi con unanimidad, los miembros de la FED.
Por todo ello, lo más probable es que veamos reducirse esos 25 puntos básicos los tipos en Europa y, a partir de ahí…ya veremos. Parece sensato pensar que existe comunicación, cuando no coordinación, entre los dos bancos centrales, a ambos lados del Atlántico. Y, en ese sentido, mantener razonablemente estable el tipo de cambio entrará en las prioridades, tanto de Powell como de Lagarde. Por tanto, es muy probable que las siguientes bajadas, de producirse, vengan muy alineadas en Europa y EEUU, para que no se nos atragante ese caramelo. A partir de ahí, no está de más recordar que el 5 de noviembre tendremos elecciones en Norteamérica. Y si bien la Reserva Federal ha dejado claro que no se va a ver influida por este acontecimiento, sí es un punto importante, geopolítico y de mercado. Por ello, cobra fuerza la idea de una primera bajada de tipos en el gigante americano en noviembre -tras las elecciones- que, tal vez, sea el momento de una segunda baja de tipos en Europa. Eso más o menos es lo que cotizan hoy los mercados, muy sensibles al data dependent, en esta zona de máximos de renta fija -en rentabilidad- y máximos de renta variable -en valoración- en la que a día de hoy nos movemos.