#Mercados: La oportunidad de la renta fija

Dentro del mundo de la inversión, constituye un axioma la regla aprendida de nuestros mayores que reza que, cuando los tipos están altos, hay que invertir en renta fija; cuando los tipos bajan, hay que invertir en renta variable. Y si los tipos bajan aún más, hay que invertir en inmuebles. Pues bien, los tipos, a día de hoy, están altos.

Como todo axioma, su evidencia debe ser desarrollada para que resulte, si no con el rango de una teoría, sí al menos en una estrategia funcional. En ese sentido, antes de continuar abogando por la inversión en bonos, conviene realizar tres apuntes muy básicos.

En primer lugar, evidentemente, está el perfil del inversor. Ante todo, y por encima de todo, ni la renta fija ni ningún otro tipo de activo financiero son adecuados para aquél inversor que no encaja dentro de las características de rentabilidad-riesgo del producto. En ese sentido, bajando a la arena de la gestión, debemos tener muy presente el hecho -no por evidente, comúnmente olvidado- de que no existen los activos recomendados o no recomendados en función únicamente de la coyuntura, sino los adecuados o no adecuados en función de la coyuntura y el perfil.

En segundo lugar, está -permítanme el anglicismo- el asset allocation, es decir, la estrategia por la que el inversor decide cómo distribuir sus finanzas entre las diferentes clases de activos que existen. Esta distribución va a depender esencialmente del perfil de inversión -más agresivo, más conservador-, comentado más arriba, y de la coyuntura, en un momento determinado. La tesis que defiende este artículo es que, dentro de este asset allocation, la renta fija debe ganar peso frente a otro tipo de activos, dada la situación económica actual, y siempre y cuando el perfil lo permita.

Finalmente, en tercer lugar, tenemos -y vuelvo a pedir disculpas por utilizar otra vez un anglicismo- el stock picking, es decir, la selección concreta de los productos en los que vamos a invertir, una vez realizada la distribución básica teórica por tipo de activo. Aquí es muy importante determinar esencialmente dos aspectos clave en las emisiones de bonos: la calidad crediticia (medida en función del rating, básicamente) y la duración financiera. Cuanto menor sea la primera y mayor la segunda más riesgo (en principio) estaremos asumiendo para nuestra cartera de renta fija. Volveremos sobre este punto más adelante.

Teniendo en cuenta todos estos factores que, en sí mismos constituyen un disclaimer -hoy el día va en inglés- la realidad es que los elevados niveles de inflación, generados por la falta de adecuación entre oferta y demanda tras la crisis post Covid, y acelerados por los efectos perniciosos de la -ya de por sí perniciosa- guerra en Ucrania, han devenido en unas subidas de tipos de interés no solo elevadas, sino ejecutadas en tiempo récord -poco más de un año- por los principales bancos centrales del mundo.

Todo ello ha tenido un efecto realmente formidable sobre las curvas de renta fija, es decir, sobre la representación gráfica de rentabilidades en función de los distintos vencimientos temporales, para un determinado emisor. Particularmente importantes son las curvas de deuda pública, es decir, de los bonos gubernamentales. En esencia, en los últimos doce meses, hemos contemplado como dichas curvas se disparaban hacia las zonas altas, es decir de mayor rentabilidad (y menor precio): los inversores vendían renta fija.

En el momento de escribir estas líneas, dichas curvas siguen en zonas muy altas del gráfico y, además, con perfiles muy distintos a lo que entendemos como una “curva sana”, es decir, una línea que aumenta su rentabilidad con el vencimiento o, por expresarlo gráficamente, con pendiente “positiva”. En realidad, buena parte de las curvas de gobierno están muy planas, cuando no presentan pendientes negativas (el caso de Alemania y EE.UU., por ejemplo), lo que sugiere inmediatamente algún tipo de anomalía: no es normal pagar más por un bono a dos años que a diez años de un mismo emisor, como comentábamos más arriba. Esta anomalía refleja esencialmente que los problemas, con los tipos, los tendremos en el corto plazo. En el futuro, los tipos bajarán…lo que infiere sin duda un menor crecimiento económico, tal vez incluso una recesión.

En todo caso, esta “anomalía”, constituye la base de la oportunidad: parece claro que la inflación está corrigiendo, si bien aún tardaremos en normalizarla en niveles razonables, o lo que como tales entienden BCE y Reserva Federal. Ello significa que “el pico de tipos de interés” puede estar muy cerca, si es que no lo hemos tocado ya, en el caso de los EE.UU. A partir de ahí, es cuestión de tiempo que las curvas inicien un movimiento de distensión, es decir, reducir su rentabilidad, especialmente en los tramos cortos y medios, fruto del deseo de los inversores de comprar renta fija, en un contexto de bajada de tipos.

Es muy difícil determinar el timming -prometo que éste es el último vocablo en inglés del artículo- de este movimiento. Podemos pasar meses con las curvas muy tensionadas, si la inflación se mantiene elevada. Pero llegará un momento en el que los bancos centrales comiencen a bajar los tipos de interés (la estructura invertida de la curva a la que hacíamos referencia). Como sabemos, el mercado descuenta estos movimientos con una cierta anticipación. Ello significa que la renta fija constituye hoy una oportunidad extremadamente interesante de inversión. Quién puede decir que no lo sea más mañana, en una semana o en un mes, en función de la vorágine de noticias económicas. Pero, para un inversor con este perfil, las rentabilidades actuales representan una oportunidad excelente para construir cartera a medio y largo plazo. Eso sí, con la prudencia siempre exigible en la selección, acompañada de una adecuada diversificación.

 

 

 

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