La sensación, a día de hoy, es que ha pasado mucho tiempo desde que el mercado estaba más negativo, en términos monetarios, que los propios organismos monetarios. De hecho, durante el final del año pasado con gran espectacularidad y, con menos ímpetu, también lo que llevamos de 2024, los inversores han sobrepasado, con creces, las expectativas de bajadas de tipos de los bancos centrales.
Llegados a este punto conviene decir que la confianza de los mercados en los bancos centrales es solo relativa: aún pesan las palabras de BCE y FED a lo largo de 2021, en el sentido de que vivíamos una inflación transitoria. Sí es cierto que, desde entonces, ambos organismos -con más éxito la Reserva Federal- han tratado de ganarse la credibilidad de los inversores. De hecho, como hemos comentado más arriba, han sido los mercados los que se han quedado cortos o largo en su apreciación del riesgo de evolución de los tipos de interés. A fuer de sinceros, la FED ha mantenido un tono más estable.
No debería sorprendernos por tanto el tono empleado por la señora Lagarde y el señor Powell las últimas semanas: en buena medida, sus discursos han estado en línea con una mayor prudencia con relación al punto en el que los tipos de interés -esto sí es algo que ya admiten sin ambages-comiencen a bajar. En el caso de EE.UU., más transparente, estas bajadas son cifradas por la FED en el entorno de 75 puntos básicos en este ejercicio. El mercado espera bastante más. O, mejor dicho, esperaba bastante más.
El último dato de empleo estadounidense ha vuelto a poner de relieve la importancia de un continuo seguimiento de la macro, tanto por parte de los bancos centrales como por los mercados. Porque, realmente, la economía norteamericana está, si me permiten el coloquialismo, como una moto -casi el doble de puestos de trabajo creados que lo esperado por los analistas, revisión al alza del dato anterior y paro estabilizado en el 3.7%- y, si bien es cierto que se observa una desaceleración en el crecimiento de la primera potencia, cada vez existen más posibilidades de que el argumento general de Powell desde haces meses, el aterrizaje suave de la economía, sea aún más suave de lo previsto por la FED. Es más, podría llegar a ser un problema que este aterrizaje suave se convierta en un no aterrizaje…si ello supone mayores restricciones a la contención de precios.
Porque, de todos los escenarios posibles, el más peligroso para la economía y para los mercados -geopolítica explosiva aparte-, sería un incumplimiento de la hoja de ruta de bajadas de inflación que han expuesto los bancos centrales. En otras palabras, que los tipos de interés sigan altos más tiempo. Ello sería negativo para la valoración de los mercados de renta fija, en la medida que seguiría presionando rentabilidades al alza y curvas de deuda anómalamente planas (incluso invertidas), como las actuales. Adicionalmente podrían constituir una rémora para la mejora de la actividad económica, es decir, para un buen comportamiento de los beneficios empresariales, principal guía de las bolsas.
Por todo ello, los mercados escuchan a los bancos centrales, pero se fijan especialmente en los datos macro. Ello tiene como derivada una mayor impredecibilidad en el comportamiento de acciones y bonos. En realidad, es algo que los propios organismos monetarios han conseguido insuflar a los inversores, habida cuenta de la cantidad de veces que han repetido la expresión “data dependent”. En esa línea, será extraordinariamente importante seguir la batería de referencias macro que se van a publicar antes de las siguientes reuniones de BCE y FED. De manera especial, todo lo que se refiera a inflación, crecimiento y, de manera aún más concreta, a empleo (paro y salarios). En buena medida, ello determinará los tiempos generales de este 2024 que, en principio, debería ser el ejercicio del comienzo de la normalización monetaria.