#Mercados: Inflación y Ucrania

El mes de septiembre suele constituir para los gestores de inversión un periodo de rebalanceo del año; algo parecido a tomar aire, dar una pensada general al ejercicio, y prepararnos para la zambullida final, que comienza con el último trimestre. Siguiendo esta línea argumental, dos son los temas que han ocupado la atención general del mundo económico y de los mercados este año y que, con toda seguridad, van a ser los focos más relevantes de cara a los próximos meses.

En primer lugar, como no puede ser de otra manera, está la inflación. A estas alturas, nadie duda dos cuestiones básicas en relación a los precios: la primera, que se mantienen obstinadamente altos y muy por encima de cualquier previsión. La segunda, que los bancos centrales están sacando toda la artillería monetaria para combatirla, a despecho de los efectos que ello pueda tener a corto plazo sobre el crecimiento.

En línea con este último punto, en la disyuntiva entre seguir la hoja de ruta prevista hace meses (50 puntos básicos de subida) y actuar de manera decidida contra la inflación (75 puntos básicos de subida), el BCE decidió la semana pasada seguir la estela de la Reserva Federal y, con ello, actuar con contundencia frente a las subidas de precios. En ese sentido, las expectativas generadas en los mercados en las últimas semanas, derivadas de los últimos datos publicados de inflación, se han visto recompensadas. Con ello, el objetivo “de llegada” de tipos al 1,5% se queda, a ojos del mercado, algo corto (los tipos nominales estarían hoy en el 1,25%). Ello lleva a los analistas a subir este objetivo de llegada a algo que podría estar cercano al 2%, con las implicaciones que esto conlleva, especialmente en valoración y aspecto (aplanamiento) de las curvas de deuda.

Naturalmente, esta inferencia de mayores tipos supone una reevaluación de los riesgos a medio plazo sobre el crecimiento. De hecho, el BCE rebaja la expansión de la economía a solo un 0.9% el año que viene, lo que probablemente infiere una recesión, si quiera de manera técnica. En todo caso, sumándose a las posiciones de la FED, la Autoridad Monetaria decide poner toda la carne en el asador contra los precios “ahora”, dejando para más adelante lidiar, en su caso, con la caída de la actividad.

En segundo lugar, está Ucrania. En los últimos días estamos observando un posible cambio en la situación militar que, tras un periodo de relativo estancamiento, parece dibujar un escenario más favorable para Ucrania. Ni qué decir tiene que una resolución rápida del conflicto sería extraordinariamente bienvenida por los mercados. Probablemente, constituiría el shock positivo más relevante que podemos imaginar para las bolsas, junto con una bajada rápida de inflación, particularmente en EE.UU. En todo caso, el conflicto puede alargarse de manera indefinida, mientras Ucrania tenga el apoyo de la OTAN y Rusia siga enviando refuerzos a la zona (algo que sin una declaración de guerra formal que implique la movilización de reservas y soldados de reemplazo, tiene un límite logístico en cantidad y calidad). En ese sentido, el foco de incertidumbre acerca de cómo puede evolucionar el enfrentamiento es notable. Lo que sí es cierto es que la presión en el ámbito energético seguirá siendo muy alta, mientras las armas sigan hablando en el frente. Eso sin contar los cambios geoestratégicos que el conflicto ya ha establecido sobre el Orden Mundial y que requerirían más de un simple artículo para ser siquiera enumerados.

Por todo ello, elevada incertidumbre, que requiere que la “pensada de septiembre” sea no solo profunda sino también prudente. A corto plazo, especialmente en el último trimestre de 2022 y primer trimestre de 2023, la clave del éxito consistirá en que las medidas monetarias tengan efecto real de contención de la inflación. Si es así -y éste debería ser el objetivo económico del mundo financiero y, como tal, el escenario base del mercado- tal vez podamos ver una recuperación económica más enérgica a medio plazo y unos mercados más optimistas (en renta fija y variable), descontando con anticipación este extremo. Caso de que no suceda, el marco general podría devenir en una estanflación (crecimiento bajo o decrecimiento con inflación) más o menos prolongada, algo muy nocivo para los mercados y, naturalmente, para la economía real. No parece que este sea el escenario central. Pero debemos estar muy vigilantes. Ello significa monitorizar de manera continua todos aquellos datos que puedan darnos una imagen real de la evolución de los precios y un seguimiento especial al conflicto en Ucrania, en la medida en la que puede alterar nuestro marco de actuación a muy corto plazo.

 

 

 

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