Haciendo el papel del bueno tenemos, naturalmente, a la inflación. Por fin, después del enorme impacto que ha supuesto en los últimos tres años para los precios de bienes y servicios la conjunción de, por un lado, los problemas asociados a la adecuación de oferta y demanda post-Covid y, por otro lado, la guerra en Ucrania, vemos a los IPC´s mundiales moverse en el camino adecuado de corrección que, a fuer de sinceros, han ido marcando los bancos centrales con razonable precisión. Dicho esto, como Clint Eastwood en la película de Sergio Leone, tampoco el bueno es tan bueno como puede parecer: los últimos IPC´s publicados, como en el caso de EE.UU., siguen mostrando razonable resistencia a bajar por debajo del 3%, un nivel aún elevado para poder hablar de pleno control de inflación. Existe además una importante dispersión por países y, en ese sentido, la buena noticia es que España se encuentra entre los mejor situados, dentro del ámbito de la Eurozona. En todo caso, sí, esperamos que los precios vayan moderando a lo largo del año, tanto en el dato general como subyacente, lo que, previsiblemente convierte a la inflación en la parte más positiva de la ecuación con tres incógnitas que hemos planteado. Por supuesto, esto beneficia claramente a un tipo de activos: La renta fija. Menos inflación significa tipos de interés a la baja, algo que sucederá probablemente en algún momento a lo largo de 2024. Y ello será beneficioso para la valoración de las carteras de todos aquellos inversores que hayan entrado en el mercado de bonos, a las rentabilidades actuales.
En segundo lugar, nuestro Eli Wallach, el feo, es un personaje que este año le toca jugar al crecimiento. Y ojo, que al igual que decíamos más arriba que el bueno no es tan bueno en la película, tampoco el feo resulta tan feo (lo que decimos también a favor del gran Eli Wallach), a nivel macroeconómico: sin ninguna duda, la actividad económica se va a ralentizar, a nivel general, en este 2024. Puede haber excepciones notables, como es el caso de Alemania, que volverá a un crecimiento muy leve, aunque positivo, tras algo parecido a una recesión técnica, a finales de 2023. Pero globalmente, el mundo va a crecer menos. Casi la mitad de hecho, en países como EE.UU. o España (que aun así seguirá mostrando uno de los mejores comportamientos en Europa). En todo caso, será crecimiento positivo y, salvo fuerte descarrilamiento por causas no contempladas, bastante alineado con lo que la Reserva Federal ha definido como un “aterrizaje suave de la economía”. Ello tiene máxima importancia en otro tipo de activos: la renta variable. En la medida que no veamos una caída abrupta de actividad y, con ella, de las expectativas de beneficios empresariales, las bolsas podrían tener un año, cuando menos, razonable. El feo no tiene por qué ser tan feo, insistimos.
Queda en tercer lugar, el malo. Y, al igual que Lee Van Cleef, no tiene realmente buen aspecto. Hablamos de la geopolítica, que ha empezado 2024 mostrando su cara más amarga, de la mano de la crisis, en tiempo real, en el Mar Rojo.
Sin contar con la inestabilidad actual (no solo en el Golfo de Adén, sino también con la guerra en Ucrania o el conflicto en Gaza) el año en curso ya se nos presentaba con muy importantes condicionamientos de tipo político, que pueden afectar de manera clara a la economía y a los mercados financieros. Una de las primeras citas del año acaba de ocurrir, de hecho: hablamos de las elecciones en Taiwan, que han dado como resultado la reedición -aunque sin mayoría en el parlamento, lo que le obliga a cierto grado de negociación política- del gobierno del PDP, abiertamente opuesto a las tesis de la China continental. Ello supone un foco importantísimo de fricción en un área muy sensible y con cada vez más peso en el ámbito económico mundial: Asia-Pacífico.
Pero la cita más relevante del año, sin duda, serán las elecciones presidenciales de noviembre, en EE.UU. La incertidumbre es máxima con respecto a quién representará al partido republicano (tal vez Donald Trump) y cuál será el resultado de los comicios. Hablamos de la posibilidad de una clara disrupción con respecto a la política exterior que ha seguido Norteamérica en estos últimos cuatro años, en temas tan sensibles como los citados de Ucrania u Oriente Medio, o la relación con China. Ello supone una carga muy elevada de incertidumbre para los mercados financieros que, de manera muy generalista -y si se concretan los peores augurios- suele favorecer a los activos más conservadores, sensiblemente a la renta fija, frente a la renta variable.
Por todo ello, año interesantísimo, en el que dependiendo de cómo vaya desarrollándose cada uno de los personajes y su importancia en la película general, podremos ir visualizando el tipo de acciones que debemos tomar, a nivel de inversión. En un primer momento, y finalizando a modo de resumen, nuestra prioridad sería la renta fija, gracias a las mejoras en los precios (el bueno), prudencia con renta variable, debido a la incertidumbre con el crecimiento (el feo) y máxima atención a la evolución de la geopolítica (el malo), que puede alterar o, al menos, dar un mayor punto de volatilidad a los mercados financieros.