#Mercados: El gran tema económico (y político) de 2025

No tengo ninguna duda de que el amable lector ha identificado correctamente el que va a ser el gran asunto sobre el cuál pivotará la atención política, financiera y de mercados en este año, recién estrenado.

Efectivamente, se llama Donald Trump, versión 2.0. Porque, aunque cueste creerlo, en virtud de los movimientos de las bolsas y los bonos, de las declaraciones de Elon Musk o de las actuaciones de los bancos centrales estos días, el señor Trump aún no es presidente de los EE.UU. Pero a este impasse le queda muy poco.

Otros años, los analistas y gestores de activos, hemos comenzado enero hablando de variables financieras básicas que iban a determinar el ejercicio económico. La inflación, el crecimiento, los tipos de interés, etc. Sin duda esto sigue siendo así. Pero se da la circunstancia de que todas estas variables pueden sufrir un cambio notable en su tendencia como consecuencia de las nuevas políticas implementadas por la flamante administración Trump. En esencia, estos cambios se refieren a tres grandes áreas: proteccionismo, fiscalidad y enfoque en las relaciones exteriores.

Antes de entrar en cada una de ellas, siquiera someramente, conviene tener muy presente un punto: la economía mundial se va a mover en números positivos en 2025, lo que elimina la variable de una recesión a corto plazo. No está mal empezar con algo así…

Comenzando con las grandes áreas comentadas, no creo que haya nadie que no asocie de manera instantánea la palabra Trump con aranceles. Aquí la pregunta es ¿serán los aranceles una medida recaudatoria y de protección a los productos estadounidenses, es decir, un fin en sí mismos, o serán un instrumento de negociación (algo que, recientemente, ha negado el propio Trump, tras un artículo del Washington Post que sugería esta línea de actuación)? Porque, la verdad, los anuncios llevados a cabo en campaña acerca de imponer un arancel general del 10% a todos los países, del 25% a Canadá y México y del 60% a los bienes de China, con posibilidad de subida al 100% para los BRICS que abandonen el dólar, parecen, en principio, poco factibles. Caso de llevarse a cabo, el resultado más probable sería un impacto negativo en el crecimiento de EE.UU. y una subida de inflación, por los mayores costes y menor competitividad de la alternativa. Quédense con esta expresión, “persistencia de inflación”, para el corolario final.

En segundo lugar, tenemos los planes de reducción de impuestos en Norteamérica, es decir, menores ingresos fiscales, a corto plazo. El plan va encaminado a dar un mayor impulso a la economía…pero esto no será inmediato. Y, no lo olvidemos, el déficit fiscal americano está en máximos históricos, por encima del 6% del PIB. Lógicamente esto no es inocuo para el mercado y, de hecho, las curvas de deuda estadounidenses ya reflejan esta tensión en la deuda pública. El remedio de Trump para evitar el desequilibrio en las cuentas será poner a Elon Musk al frente de un programa de ahorro público que -Trump estima- en dos billones de dólares. Será muy importante comprobar el grado de éxito de estas políticas para cuadrar las cuentas del país. Quédense aquí con la expresión “tensiones en la deuda estadounidense”.

Finalmente, tenemos el nuevo enfoque en las relaciones exteriores. Al igual que nos ocurre con los aranceles, existe bastante incertidumbre entre lo que se ha dicho en campaña y lo que realmente pueda llegar a ser el resultado final. En principio, con los datos actuales, parecería que la nueva administración podría ser menos condescendiente con Ucrania, más con Israel, abiertamente hostil a Irán y confrontada con China. En resumen, un posible incremento de la tensión en Oriente Medio y un aletargamiento del conflicto en Ucrania, al tiempo que se incrementa la polaridad en el Pacífico. Todo ello en un contexto de menor multilateralidad y prioridad de relaciones bilaterales. Aquí, la palabra clave es “incertidumbre”.

En conjunto, si tomamos el cuadro inicial (crecimiento económico) y las derivadas clave (persistencia de inflación, tensiones en la deuda estadounidense e incertidumbre geopolítica), podemos entrever un año de mercado ciertamente complejo. Es muy probable que el fenómeno que domine el ejercicio sea una dicotomía en la evolución monetaria entre EE.UU. y Europa, con un mayor crecimiento en Norteamérica y, sobre todo, con una inflación mucho más persistente. Esto llevaría a la Reserva Federal a mantener una política menos laxa, por lo que se refiere a bajadas de tipos de interés. En otras palabras, las rentabilidades de las curvas americanas seguirán tensas. Por el contrario, en Europa, el BCE debería estar más dispuesto a utilizar la política monetaria, una vez más, como el remedio general a los males del crecimiento, en un contexto de inflaciones más contenidas. Ello pone a la renta fija europea, especialmente los tramos cortos y medios como un activo particularmente atractivo para 2025, en términos de valoración. Otra consecuencia de la disparidad de tipos, además, sería una mayor fortaleza del dólar frente al euro.

Por el lado de la renta variable, es muy posible que el año sea mucho más volátil que el anterior. La inflación y tipos serán el fenómeno dominante (implicación en el multiplicador), junto con un crecimiento (implicación en los beneficios empresariales) al alza en Europa y muy difícil de estimar en EEUU., por el efecto positivo de la expansión fiscal y el negativo de los aranceles. Desde luego, todo converge a que el sector de defensa sea, de nuevo protagonista, aún sin llegar a ese incremento -poco menos que imposible-del gasto al 5% del PIB que pide Trump a la OTAN. No olvidemos que, en conjunto, Europa va a casi doblar su gasto en defensa en cinco años. En todo caso, a partir del 20 de enero, toma de posesión presidencial, empezaremos a tener respuestas al paso, no tan sencillo, de las palabras a los hechos.

 

 

 

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