Cerramos el tercer trimestre del año que, incluso incorporando un verano particularmente insípido, no ha sido nada positivo para la renta variable y ha resultado francamente negativo para la renta fija, en términos de valoración.
En términos generales, desde antes de comenzar el periodo estival, estamos asistiendo a un cambio de sesgo de los inversores no solo -o, mejor dicho, no tanto- con respecto a posibles nuevas subidas de tipos de interés, sino, sobre todo, en cuanto al tiempo que dichos tipos de interés se van a mantener en zonas tan altas como las actuales.
Las razones de este cambio de parecer tienen su base en dos ámbitos diferenciados, aunque conectados entre sí: por un lado, los datos de IPC´s, aunque marcan una tendencia positiva, siguen resultando elevados, especialmente por lo que se refiere a inflación subyacente. A esta resistencia de los precios a la baja hay que añadir un notabilísimo incremento de los costes de la energía en general y de los carburantes en particular, con el petróleo a la cabeza: el futuro del barril Brent ha subido veinte dólares desde comienzos de julio. Ello añade más presión a la evolución de la inflación, especialmente cuando, en breve, comenzará la campaña invernal en Europa y EE.UU.
En segundo término, estamos constatando cada vez más claramente una ralentización del ciclo económico que, no obstante, no llega a ser suficientemente intensa como para reducir los datos de inflación comentados anteriormente. Esto es especialmente cierto en EE.UU., donde un mercado laboral, que apenas se resiente, soporta a un sector de consumo que se mantiene fuerte. Como decimos, no deja de haber señales macroeconómicas acerca de un posible y cercano “parón”, a pesar de que la Reserva Federal y el gobierno estadounidense se muestran optimistas con respecto a un deseable “aterrizaje suave de la economía”. En esta línea, no está de más comentar que, en estos días, van a publicarse los datos de ISM -especial atención al no manufacturero, la parte industrial sí parece ser compatible con una economía menos dinámica – y de paro en Norteamérica, que los mercados esperan con auténtica sed.
Con estos mimbres, parece existir un consenso general en el ámbito inversor de que la cima de tipos de interés está muy, muy cercana. Es posible que veamos alguna subida adicional por parte de la FED, algo menos probable en el BCE -fruto de un crecimiento más laxo-, pero en buena medida el camino está andado y la cumbre está a la vista. Lo que no está tan claro es el camino de vuelta. O, mejor dicho, parece que más que una montaña, con toda la dificultad que acarrea -pero también con su belleza panorámica- hemos escalado una meseta.
No es de extrañar por lo tanto que el mercado de renta fija haya vuelto a zonas de máximos en términos de rentabilidad, mínimos en valoración. La pendiente de las curvas sigue siendo muy plana o negativa, lo que sigue hablándonos de anomalías que deben solucionarse a corto plazo. Lo normal y deseable sería una reducción de los tipos a corto, que dibujen gráficamente una curva de rentabilidades con pendiente positiva. Ello infiere fuertes correcciones de inflación…que no deberían tardar en mostrarse. En cuanto a la parte larga de rentabilidades, la bajada será tanto más intensa cuanto mayor sea el deterioro económico inferido a futuro. Como esto no está ocurriendo a corto plazo, el castigo a los bonos en el trimestre ha sido notable, mientras que el de las bolsas ha sido solo relativo…y dentro de, no lo olvidemos, un buen año de renta variable.
Queremos llamar la atención de que este hecho, con las perspectivas actuales, constituye una oportunidad muy relevante de inversión en renta fija: no sabemos exactamente qué aspecto tomará la distensión de las curvas, y menos aún el timming concreto de cuándo comenzará dicha distensión. Lo que sí sabemos es que esta relajación se producirá, en la medida en la que veamos datos más favorables de precios y mayor ralentización económica. Por lo tanto, para un inversor con perfil de renta fija, que debe incluir algo de paciencia, tomar posiciones en bonos, a día de hoy, parece una buena idea. Dada la incertidumbre con el ciclo, parecería más aconsejable la renta fija de calidad y los tramos cortos o medios frente a los largos, si bien en este caso el perfil temporal y de riesgo deben marcar la pauta de la inversión, y no al revés. En todo caso, mucha prudencia y máxima atención a los datos macro y bancos centrales, que pueden originar movimientos de mercados muy relevantes en este, ya iniciado, último trimestre del año.