La parte positiva estos días ha venido de la mano de unos datos de consumo en los EE.UU. que han resultado, casi podríamos decir, sorprendentemente favorables para el entorno de restricciones en el que nos movemos. A ello se une, también en Norteamérica, la posibilidad de que finalmente se logre un acuerdo de estímulo fiscal entre republicanos y demócratas antes de las elecciones de noviembre, si bien es poco probable que estas medidas puedan implementarse antes de la cita con las urnas.
Dicho eso, el trasfondo general de los mercados sigue siendo unos datos de contagio que están obligando a tomar nuevas y drásticas medidas de confinamiento, especialmente en Europa. Prueba de ello ha sido el negativo dato del muy fiable ZEW alemán, un índice basado en encuestas a analistas e inversores. En esencia, lo que se está valorando es una nueva ronda de impactos negativos de tipo macroeconómico en el ámbito de la Unión, derivados de estas nuevas restricciones. Ello hace aún más probable que se produzcan nuevas actuaciones por parte del BCE, en apoyo de las economías del euro. En un contexto en el que, en las próximos semanas, los vencimientos de deuda van a superar a las subastas previstas, no es de extrañar que hayamos visto un auténtico rally en la deuda pública europea: de momento, hay más demanda que papel.
Todo ello nos sigue hablando de un mundo con tipos de interés muy bajos durante mucho tiempo: a corto plazo, la propia dinámica de mercado, alentada por los bancos centrales, empuja la rentabilidad de la deuda pública a niveles de mínimos históricos. A medio y largo plazo, los enormes déficits en los que van a incurrir todos los estados van a traducirse en niveles de deuda igualmente extraordinarios. Ello no va a dejar otra opción que seguir manteniendo políticas muy laxas de tipos de interés. La alternativa a esto sería provocar un colapso de deuda de proporciones muy superiores a los de la crisis de 2008/2012. Por lo tanto, el camino de la normalización monetaria, que tanto costó comenzar tras la crisis de Lehman Brothers y sus secuelas (en Europa, de hecho, apenas se puede decir que comenzara esta normalización), se ha venido abajo de un plumazo, de la mano de esta nueva emergencia, en forma de coronavirus. De una manera gráfica, la posible japonización de la economía, que era un escenario probable hace un año, es ahora la base de casi todo el pensamiento estratégico de mercado. Pensar en una salida de ahí resulta no solo largo y difícil sino, aún peor: ¿es deseable?
Naturalmente esto tiene implicaciones de muy hondo calado en la gestión de carteras de inversión, por lo que se refiere a la correcta asignación de activos de riesgo: en un mundo con tipos tan bajos o negativos, las renta fija pierde enormemente su atractivo, al tiempo que lo aumenta la renta variable, de la mano de unos mayores multiplicadores, por encima de los “PER” históricos a los que hemos estado acostumbrados en las últimas décadas. Ello tiene el reverso tenebroso de poder hacer parecer a las bolsas como activos aptos para perfiles más conservadores…lo cuál puede generar movimientos muy convulsos, en condiciones de mercado que se caractericen por la elevada incertidumbre. Es decir, en momentos como el actual.
Por consiguiente, máxima prudencia inversora, pero no miedo, habida cuenta que existen razones poderosas para mantener los mercados con vida: Algunas de estas razones, comprenden el apoyo institucional, fiscal y monetario, ya comentado. Las otras tienen que ver con un futuro desvanecimiento de la incertidumbre: En un primer momento, esto estará muy ligado al final del proceso electoral estadounidense. En un marco de tiempo superior, hablamos de meses, es de esperar que también el Covid deje de ser el eje de los mercados…aunque todo parece indicar que, además de no ser pronto, la solución a este tema tampoco será ni mucho menos fácil. Paciencia.