La principal cita de los próximos días la tendremos el próximo jueves, con la reunión del BCE y el anuncio de posibles cambios en los tipos de interés y/o de nuevas medidas de inyección monetaria. Las dos opciones han ido perdiendo fuerza a ojos de los analistas, al menos para esta reunión de septiembre. El principal interés, salvo sorpresa, será comprobar si hay algún tipo de respuesta por parte de la Autoridad Monetaria europea a la nueva política de la Reserva Federal, más permisiva por lo que se refiere a tolerar niveles superiores al 2% de inflación, según expuso Powell en Jackson Hole. Dado que en Europa la inflación no está (el dato de agosto resultó ser el -0,2%), y la que se espera apenas superaría el 1%, no parece que exista una urgencia en este ámbito. Caso de que la macroeconomía acelere, de cara al final de año, es posible que sí veamos algún cambio en este sentido, probablemente mitad semántico mitad cuantitativo.
Y es que con el ejercicio ya a las puertas de comenzar el decisivo último trimestre, la incertidumbre se mantiene muy elevada. Es evidente que buena parte de estos miedos obedecen al alcance de los ya constatables rebrotes del coronavirus, especialmente por el efecto “vuelta al cole”. En ese sentido, surge la posibilidad de nuevas restricciones de calado o confinamientos, algo que sin duda sería extremadamente negativo para la economía global. Ello en un momento en el que los datos macroeconómicos que se están publicando del tercer trimestre, sin ser malos, infieren un impulso menor que el inicialmente previsto en los meses de junio y julio. Como ejemplo, en EE.UU. se crearon 1,37 millones de empleos en agosto, lo que redujo el paro dos décimas (hasta el 8,4%). Pero el principal timón de esa creación de empleo fue el sector público, lo que sugiere falta de energía, aún, en las empresas.
Y hablando de bancos y empresas, sin duda, la noticia de mercados en la semana, al menos en España, estuvo en las conversaciones, reconocidas por ambas partes, de Caixabank y Bankia sobre una posible fusión. De momento, la información oficial concreta al respecto es escasa y, en ese sentido, conviene mantener muchísima prudencia. Es muy probable que la forma que adopte esta fusión sea realmente una absorción de Bankia por Caixabank, que debería ampliar capital por una cifra aún por determinar. En todo caso, la creación de valor del nuevo grupo se estima en cifras cercanas a los 4.500 millones de euros. A nadie se le escapa que el nuevo grupo tendría unas enormes sinergias, de la mano de un fuerte ahorro de costes, una vez concluida la fusión. Con mucha diferencia, el banco resultante sería líder de la banca doméstica española, aun asumiendo que la suma supondría un fuerte adelgazamiento de sus estructuras actuales. En todo caso, como decimos, asumiendo multitud de dudas por el camino (cómo quedaría el accionariado final, especialmente el estatal, quién dirigiría el grupo, ecuación de canje posible, etc.), se trata en principio de una noticia positiva para el mercado, que ve movimiento y valor en un sector que lleva siendo el patito feo de la bolsa, tal vez, demasiado tiempo.
Por todo ello, comienzo de curso de lo más interesante en varios planos, no siendo el geopolítico menos trascendente: además de acercarse las fechas de las elecciones estadounidenses, también vemos movimiento en el viejo asunto del Brexit: Boris Johnson vuelva a amenazar con una “salida dura”, si no hay acuerdo antes del 15 de octubre. Habrá que preguntarse si están los tiempos acordes con este tipo de posturas. Por todo ello, máxima prudencia, en un entorno muy nebuloso… que suele ser propicio, por otra parte, para algunas oportunidades.