La inferencia económica de estos dos datos financieros no puede ser sino positiva: por un lado, las bolsas están descontando una notable mejoría de los beneficios empresariales, que justifique las valoraciones actuales. Por otro, los bonos públicos comienzan a poner en precio una cierta normalización económica, muy somera aún, que incluye algo de inflación y, probablemente, una progresiva (y lenta) retirada de estímulos. En resumen, los mercados estarían actuando como un indicador adelantado de un mundo, en un futuro cercano, con mayor actividad económica, a nivel global.
La base de esta inferencia es doble: por un lado, se da por hecho que la emergencia Covid 19 está en vías de ser limitada, incluso plenamente controlada, en este mismo ejercicio. En otras palabras, una vuelta a la (cuasi) normalidad. Por otro lado, los datos macroeconómicos que se están publicando, tanto en Europa como sobre todo en EE.UU., nos muestran una recuperación que tiene más forma de “V” que de cualquier otra letra del alfabeto o logotipo deportivo. En ese sentido, un marco claramente distinto al que podíamos entrever hace tan solo seis meses.
Lógicamente, existen muchas variables que pueden dar al traste con esta previsible evolución. Desde el punto de vista financiero, la más importante en el corto plazo es un posible shock de inflación, consecuencia de una falta de adecuación entre una demanda creciente y una oferta que camine algo más lenta. Si bien se trata de un escenario de relativa corta duración, es cierto que puede ser la excusa para algún tipo de corrección de los mercados, que se mueven actualmente con importantes niveles de sobrecompra. La profundidad y duración de esta (posible, ya veremos si probable) corrección va a tener mucho que ver con la forma de gestionar expectativas, por parte de los bancos centrales. Recientemente, Luis de Guindos ha hablado de la posibilidad de retirada de estímulos del BCE, una vez se llegue a determinados grados de inmunidad, en relación con la pandemia. No hay que subestimar el poder de la fuerza de adicción de los mercados a dichos estímulos y la reacción que pueden tener ante un anuncio formal de ese cariz.
Puestos a ponernos en el lado negativo de la ecuación, no todo lo malo que puede pasar es estrictamente financiero. Siempre queda la posibilidad de un nuevo estallido de coronavirus o una versión pandémica nueva, no controlable con las vacunas actuales. Tampoco está de más echar un vistazo geopolítico al mundo, donde estamos observando un reavivamiento de las tensiones entre occidente y China, en este caso con un marcado carácter militar, con las aguas del Mar de China Meridional como escenario de un poco probable pero posible enfrentamiento, y con la armada y fuerza aérea del gigante asiático realizando movimientos poco amistosos frente a sus equivalentes de EE.UU., Japón, Australia, Taiwán, Francia y Reino Unido. Hablamos, como decimos, de un poco probable enfrentamiento en la medida en la que toda resolución militar parece siempre lejana. Pero aún sin llegar a este punto, esta tensión tal vez constituya un obstáculo en la normalización comercial mundial, tan necesaria para apuntalar una auténtica recuperación. Veremos.
Por todo ello, no está de más una cierta dosis de prudencia, al menos en el corto plazo, mientras se serenen determinados ánimos inversores y geopolíticos. Como hemos comentado en numerosas ocasiones, nada hace inevitable una corrección en mayo. Pero la realidad es que puede haber motivos para que se produzca, si bien en un contexto favorable para el ejercicio en su conjunto, con los datos que manejamos hoy. En ese sentido, paciencia y, tal vez, decisión ante cualquier eventualidad coyuntural.