Los elevadísimos niveles de endeudamiento alcanzados por la mayoría de las economías, unidos al auténtico parón de la demanda, en primer término (debido a los confinamientos), y de la oferta (como lógica respuesta), reforzaban esta postura de extrema laxitud monetaria global. Ello en un contexto en el que ya se preveía que la inflación iba a terminar apareciendo en cuanto empezara a ponerse en marcha la actividad económica. Pero esta inflación era (y en buena medida sigue siendo) transitoria para los bancos centrales, fruto de la puesta en marcha de un vehículo frío y de los naturales cuellos de botella, hasta que la oferta se equiparara a una demanda en subida vertical. Además, un poco de inflación que mantuviera los tipos reales negativos durante un tiempo, ayudaría a pagar la deuda generada. Algo parecido a cómo se repagó el endeudamiento mundial, tras la Segunda guerra Mundial.
El problema, a día de hoy, es que la inflación se está situando en unos niveles no vistos en décadas. Pero, lo peor es que comienza a descontarse que esta inflación no va a ser tan transitoria como inicialmente se había previsto. Moderará, naturalmente, aunque solo sea por efecto base. Pero comienza a ser posible que, por sí sola, no corrija lo suficientemente rápido para que sus efectos positivos sobre la deuda (los tipos reales negativos comentados) no compensen los efectos negativos que tiene sobre la competitividad de la economía. Eso sin contar con el contagio a los mercados financieros…que es lo que estamos viendo estos días.
En suma, lo que se preveía como una posibilidad el año pasado, es ya una realidad: hay que combatir eficazmente a la inflación. Eficazmente significa conseguir moderarla sin torpedear la recuperación económica. Algo mucho más fácil de decir que de hacer.
Porque la forma de realizarlo está clara. Lo sabemos desde Keynes y lo hemos hecho muchas veces en el pasado: Hay que subir los tipos de interés. Es decir, echar un jarro de agua fría en una fiebre económica, que no es sino la inflación desmedida. El problema es cómo y cuándo, sobre todo teniendo en cuenta que venimos de tomar medidas (y de hecho se siguen tomando) en un sentido exactamente contrario, como son las compras masivas de bonos por parte de los bancos centrales.
En este contexto, la reunión del pasado jueves del BCE no está exenta de ironía: tras un comunicado oficial más o menos alineado con lo que nos venía comentando el alto organismo europeo, es decir, un escenario de transitoriedad en la inflación, Christine Lagarde se desmarcó con un discurso en el que, literalmente, expuso que la inflación está muy por encima de expectativas, que el BCE maneja ya flexibilidad en sus medidas (léase, políticas menos laxas) y que además los IPC´s altos van a acompañarnos más tiempo del inicialmente estimado.
La reacción del mercado no se ha hecho esperar: naturalmente todos los agentes económicos han empezado a descontar subidas de tipos en Europa que, incluso podrían ser este mismo año (en EE.UU., mucho más avanzado en el ciclo, quedan pocas dudas de que habrá una primera subida de tipos este mismo mes de marzo). Que este año se incremente el precio del dinero en Europa dependerá, según se lee entre líneas del discurso de Lagarde, de los datos de inflación futuros. En todo caso, como decimos, el mercado no ha esperado ni una semana para mandar las curvas de deuda a diez años entre 20 (Alemania) y 50 (Italia) puntos básicos por encima de sus cotizaciones previas a la reunión. En el caso del bund alemán, en 0,20%…¡positivo!. Una auténtica novedad en años.
Por todo ello, se nos abre un escenario de mercados abiertamente distinto que el de 2021: por un lado, la renta fija está en subida libre de rentabilidades (es decir, en caída libre de valoraciones). Ello favorece a quienes hayan podido amasar liquidez para comenzar a entrar en estos niveles de rentabilidad (y decimos “comenzar” porque ya veremos dónde termina el movimiento). Por otro, la renta variable, salvo algunos sectores más ligados a ciclo o concretamente a tipos (como los bancos) se resienten con las expectativas de inflación a corto…y cierto frenazo en el crecimiento, en medio plazo. Y ello en un marco en el que la inestabilidad geopolítica, en relación a Ucrania, puede echar más gasolina (casi mejor decir gas) al fuego de la inflación, vía subida de los precios de la energía. Por lo tanto, máxima prudencia y ojo con las rentabilidades de la deuda pública, que empiezan a tener bastante atractivo sobre la renta variable…que puede ir a más.