Y es que, con el permiso de Ómicron que, sin duda, ha ejercicio un efecto negativo tanto sobre la actividad económica (el último dato de ISM de servicios en EE.UU. es una prueba evidente) como también sobre el ánimo inversor en ciertas fases de mercado del último tramo del año pasado, la inflación se ha consolidado como el principal problema al que vamos a tener que enfrentarnos, al menos durante estos primeros meses. Este problema, no por previsible, deja de tener efectos tanto en el plano macro como en la evolución de los activos financieros.
Por lo que respecta al plano macroeconómico, la principal duda es cómo de persistente será la subida de los precios. Si bien es probable que los picos de inflación hayan pasado ya y que, sobre todo a partir de primavera, el mero efecto base estadístico modere los IPC´s en las economías avanzadas, no es menos cierto que es muy posible que durante un cierto periodo de tiempo estabilicen en números sensiblemente más elevados que aquellos a los que nos hemos acostumbrado, prácticamente desde 2008. Ello tiene un implicación clara y directa: ¿Cómo reaccionarán los bancos centrales ante una posible inflación, si no descontrolada, si persistentemente alta?. Ello cobra más importancia en la medida en la que, tras el Covid, los endeudamientos de casi todas las economías mundiales se han disparado. A decir verdad, casi nadie duda de que los bancos centrales no abandonarán a las economías a su suerte. Pero parece claro que es preciso ir avanzando en el camino de la normalización monetaria, es decir, reducir estímulos…y subir tipos.
En cuanto a los activos financieros, los efectos de esta presumible normalización monetaria, debido a inflación están siendo ya evidentes en las cotizaciones de la renta fija: en un mes, es decir, en el tramo final de 2021 y en apenas dos semanas de 2022, el bono alemán a diez años ha subido treinta puntos básicos en rentabilidad. En el momento de escribir estas líneas se encuentra muy cerca de cotizar en positivo…por primera vez desde hace casi tres años…Y, como el Bund, el resto de bonos, tanto en Europa como en Norteamérica han tenido un comportamiento similar. Conviene decir que las primas de riesgo de España e Italia no han variado especialmente. En otras palabras, se trata de un impacto puro sobre rentabilidad real en base a expectativas de tipos, no una discriminación por países o niveles agregados de deuda. Al menos no lo es…de momento…
Naturalmente, este movimiento tiene una implicación clara y directa sobre asignación de activos: los bonos, la base de una cartera tradicional conservadora, se constituyen como un elemento muy complicado de inversión, en un contexto de subidas de tipos. Es decir, la renta fija parece ponerse seria. Bien es cierto que estas subidas de rentabilidad suponen un auténtico maná para aquellos inversores que hayan tenido paciencia y dispongan de efectivo suficiente para comenzar a reconstruir carteras de bonos. En todo caso, las expectativas de inflación permiten sugerir cierta prudencia y no apresurar la entrada, o hacerlo de manera paulatina: el proceso puede ser largo.
En cuanto a las bolsas, tenemos dos efectos contrapuestos: por un lado, el crecimiento económico va a continuar, si bien es posible que no de manera tan acelerada como en el ejercicio anterior. En esa línea, la actividad económica favorece a los beneficios empresariales, es decir, bueno para la renta variable.
Por otro lado, conviene tener presente que las valoraciones actuales de las bolsas no son en absoluto bajas. El multiplicador, el PER, se mantiene en niveles razonablemente altos. Por tanto, una subida de los tipos de interés, por encima de lo descontado por el mercado, puede tener un efecto negativo sobre el citado PER: a medida que la renta fija se pone atractiva, la renta variable pierde encanto.
Por todo ello, interesantísimo comienzo de este 2022 que, en todo caso, esperamos que sea el año en el que definitivamente quedó atrás la pandemia y volvimos al business as usual…que, ya de por sí, es complicado. Nadie dijo que fuera fácil.