Como hemos repetido en multitud de ocasiones, es impensable una normalización económica mientras no exista una normalización sanitaria. El principal foco de interés financiero al respecto estriba en cuánto va a afectar al crecimiento de 2021 unas mayores restricciones y confinamientos, como de hecho está sucediendo desde navidad. Lo que está en juego, en un debate que nos retrotrae a mayo pasado, es que la famosa recuperación en “V” esté finalmente más cerca de la forma del logotipo de “Nike”. En ese sentido, esta semana veremos hasta dónde llega el agujero de la cueva de conejo, con la publicación de los datos de PIB del cuarto trimestre en EE.UU y Europa.
Parecería que todo pinta de un triste gris en este frío enero. Que la realidad es difícil y no es descartable que los mercados financieros la coticen con algo más de pesimismo es posible. No obstante, hay síntomas de que la primavera, tarde o temprano, llegará. Básicamente por tres razones:
En primer lugar, las medidas de estímulo fiscales y monetarias siguen adelante, a ambos lados del Atlántico. En el caso de EE.UU., el recién estrenado presidente Biden quiere lanzar su programa de 1,9 billones de dólares de manera inmediata. Sin duda, a nadie le gusta comenzar un mandato con la economía en retroceso y los mercados hundiéndose. Asimismo, la Reserva Federal se reúne esta semana. Caben muy pocas dudas de que su política seguirá siendo acomodaticia, esto es, no poner palos en la ruedas a la recuperación por la vía de unos tipos más altos o una liquidez menos expansiva. Con sus peculiaridades y retrasos, Europa está en una vía parecida, en ambos temas.
En segundo lugar, se empieza a entrever una cierta vuelta al business as usual, de la mano de una mayor atención a los resultados empresariales que, por cierto, tomarán especial importancia estos días con las publicaciones del último trimestre. En buena medida, será clave las estimaciones que puedan otorgar las compañías a futuro, algo que va a depender muy mucho del éxito de la campaña de vacunación. Que sin duda será lenta y tediosa. Pero, no lo olvidemos: Será. O, mejor dicho: está siendo.
En tercer lugar, y esto es muy importante, tras la impredecible era Trump, que incluye una movida transición con asalto al Capitolio y chamanes incluidos, se abre una nueva era que parece recordarnos más a los EE.UU. que conocemos: atlantistas, aperturistas e integrados en la dinámica mundial. En la medida en la que la primera potencia ejerza una influencia positiva, no solo como tractora de la economía sino como exportadora de estabilidad geopolítica, el futuro puede ser menos nebuloso. Ello no significa ni mucho menos debilidad. Más bien al contrario, las relaciones de bilateralidad con China o Rusia pueden pasar a una fase nueva, menos estruendosa en las formas, pero no más permisiva. Lo que sí parece más claro es la nueva actitud hacia su aliados occidentales, lo que puede tener efectos políticos y económicos muy relevantes en el viejo continente, que van desde el enfoque de la postura británica hasta los aranceles.
Por todo ello, cierta sensación de caminar por una serranía escarpada, batida por el viento, mojada por la lluvia. Peligrosa para los resbalones, en suma. Pero también, razonable consenso de que avanzamos en dirección sur: hacia el sol y el calor. En ese sentido, resulta muy probable ver un valle más agradable en lo económico a lo largo del año… aunque aún lejano y no exento de problemas, especialmente en los mercados financieros, no siempre cómodos con tiempo apacible. Por lo tanto, prudencia.