Inferencias económicas para distintos escenarios de guerra

Nos aproximamos a la tercera semana de guerra en Ucrania y siguen difusas las posibles salidas que pueda tener esta emergencia. Sin ningún género de dudas, la evolución de la economía y, por supuesto, de los mercados financieros, va a depender de cómo se desarrollen los acontecimientos sobre el terreno: El campo de batalla domina la escena. A partir de ahí, podemos extraer unas inferencias, en virtud de estos posibles escenarios de salida.

El primer escenario es el de un acuerdo de paz (o al menos de cese el fuego) relativamente pronto, digamos entre dos y cuatro semanas a partir de ahora (es la conclusión del Estado Mayor de la Defensa español y distintos analistas militares mundiales). Este escenario se ve apoyado por múltiples factores: el primero, meramente militar, la falta de capacidad logística de Rusia para mantener el conflicto abierto, que se exacerbará en breve plazo, unida a su falta de éxito en doblegar la resistencia ucraniana de manera rápida y definitiva. A ello habría que unir la contundencia, cada vez mayor de las sanciones de occidente y una presión, posible, por parte de China hacia Rusia para que llegue a algún tipo de acuerdo. Lo que está pasando no favorece en nada al gigante asiático y, de hecho, la unión sin fisuras de occidente ha podido ser una desagradable sorpresa en su enfoque de expansión político militar, con respecto a Taiwán. En ese sentido, Rusia tendría, así lo dicta la lógica, mucho interés en terminar pronto esta situación de una manera razonablemente favorable a su postura…lo que puede que suponga, por cierto, un recrudecimiento de la batalla a muy corto plazo, en busca de una mejor baza negociadora.

Este escenario, una rápida resolución del conflicto, tendría varios elementos positivos para la economía: el primero de ellos, sin duda, otorgar a los bancos centrales la plena capacidad de combatir la desmedida inflación, con unas perspectivas de crecimiento futuro menos devaluadas. Aunque las sanciones siguieran su curso, las economías irían tendiendo hacia una adecuación de oferta y demanda, es decir, hacia la resolución de los famosos “cuellos de botella”, de manera posiblemente rápida.

Por supuesto, el efecto para el mercado sería una rápida bajada de la aversión al riesgo. En ese sentido sería esperable en primera instancia (hasta que actuaran los bancos centrales) una fuerte subida de las rentabilidades de la deuda, que dejaría de actuar como activo “refugio”, pero comenzaría a cotizar los elevados niveles de inflación, menos coyunturales de lo inicialmente previstos. Por el contrario, la renta variable se vería favorecida, precisamente por ese mismo efecto de menor aversión al riesgo.

El segundo escenario consiste en una “chechenización” del conflicto. En este escenario, Rusia no consigue doblegar a Ucrania, ni encuentra una salida razonable a la atrocidad cometida, sin comprometer su “prestigio” dentro de la propia Rusia (el “prestigio internacional”, obviamente, ya lo ha perdido). Este escenario podría parecer ilógico, pero la realidad es que es muy común en una guerra de insurgencia, a lo largo de la historia, que la potencia ocupante persevere en el error, a sabiendas de que no puede “vencer”: les pasó a los soviéticos en Afganistán y a los estadounidenses en Vietnam y también en Afganistán, por poner solo unos ejemplos contemporáneos.

En este escenario, la economía tendría más difícil su vuelta a la normalidad. Sin duda, al final, habría una cierta adecuación de los factores de producción, pero la inestabilidad inherente a la situación geopolítica jugaría en contra de una normalización rápida y general. Los bancos centrales verían así más difícil la lucha contra la inflación. Con ello, el peligro de estanflación (bajo crecimiento o crecimiento negativo con alta inflación) ganaría enteros.

En este marco, los mercados financieros sufrirían de la inestabilidad político-económica. Probablemente se alternarían fases de euforia con momentos de depresión, es decir, de aversión al riesgo. La renta fija estaría sometida a presiones muy fuertes de sentido contrario (activo “refugio” por una parte, elevada e incontrolada inflación por otra) con resultado incierto. En cuanto a la renta variable, sería muy difícil establecer su evolución. Los sectores más cíclicos sufrirían aún más con la inestabilidad inherente a la incertidumbre, en un contexto de escasa visibilidad general.

Finalmente, conviene apuntar dos posibles “escenarios de cola”: en el plano positivo, una rápida y satisfactoria resolución del conflicto, tal vez de la mano de un giro en la dirección política rusa: en el espectro negativo, un agravamiento de la situación geopolítica actual, es decir, una posible extensión del conflicto. En el primer caso, evidentemente, la euforia dominaría a los mercados, especialmente a la renta variable. En el segundo…en fin, las consecuencias podrían ser devastadoras y, lógicamente el mercado las reflejaría con un hundimiento de las bolsas y un posible rally de los bonos de máxima calidad, especialmente alemanes y estadounidenses.

Por todo ello, extrema precaución a día de hoy, desde el punto de vista inversor. Más allá de “apostar” por una salida, conviene mantener algo de prudencia de más, ante la elevadísima incertidumbre actual. En ese sentido, mantener un importante grado de liquidez puede ser una alternativa, a la espera de un poco más de visibilidad, y aun a riesgo de perder (cosa posible) algunas oportunidades de mercado.

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