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20 julio 2020

Europa debe dar un paso al frente

De manera recurrente, desde el comienzo oficial de la pandemia, hemos comentado a través de estas líneas las grandes diferencias en la gestión económica con las que ha sido tratada la presente emergencia frente a la anterior gran crisis, la crisis de Lehman Brothers.
Comentario financiero: 20/07/2020

En buena medida, estas diferencias descansan en el masivo apoyo monetario e institucional a las economías desde el minuto uno. En el ámbito del Viejo Continente, los efectos derivados de la quiebra de Lehman y el contagio subsiguiente el mundo financiero y, especialmente, a la deuda pública, tuvieron como efecto positivo un notable avance en los sistemas de integración europeos. Sin ninguna duda, mejorables. Probablemente, en ocasiones, desesperantemente lentos. Pero avances al fin y al cabo.

Pues bien, en el momento de escribir estas líneas, una nueva “jornada histórica” se abre para Europa. Algo que, la experiencia nos dice, conviene mantener con reservas. Lo que está en juego es mucho más que el presupuesto comunitario para siete años, o la cuantía final de las ayudas directas y créditos a las economías europeas más castigadas por la pandemia: lo que está en juego, una vez más, es la profundidad del proceso de integración europeo. En ese sentido, probablemente, no conviene ser ni excesivamente optimista ni abiertamente pesimista.

La unidad de Europa, la perdurabilidad del euro, es un hecho. A pesar de toda la literatura escrita en contra, especialmente en el ámbito más anglosajón de las finanzas, no existe una alternativa al euro, para los países que ya lo tienen, para los países que ya lo tenemos. La interrelación económica, normativa, monetaria, etc., hace mucho tiempo que  llegó a un punto de no retorno. Esto lo saben muy bien los grandes motores del proceso, Alemania y Francia, naciones que se han declarado abiertamente a favor de un compromiso real y contundente de ayuda con las economías más castigadas por el Covid 19. El largo camino de Europa seguirá adelante. Aunque nadie dijo que fuera fácil… y mucho menos, rápido.

Sin ninguna duda, vamos a ver obstáculos en el camino y quién puede decir que esta misma cumbre, que en estos momentos tiene lugar, no termine en un sonoro fracaso, dada la discrepancia en las posturas. No obstante, al final del día, las posiciones de los países llamados “frugales” (con Holanda a la cabeza, seguida de Dinamarca, Austria, Suecia y cierta aquiescencia de Finlandia), representa una parte importante, pero minoritaria del PIB de la Unión. Cuesta creer que con Alemania, Francia Italia y España en el bando contrario, no se avance hacia un mayor compromiso. Pero todo es posible. Al menos, en el corto plazo. A largo plazo, no hay opción.

Porque si esta cumbre fracasa o, más probable, se llega a un acuerdo de mínimos, tendrá dentro de unos meses o unos años una nueva cumbre histórica, sobre la que volveremos a contar aproximadamente lo mismo: grandes expectativas, avances moderados. Suma y sigue. Ése es el sino de Europa: siempre cuestionada, siempre adelante.

Por todo ello, máxima expectación en los mercados de activos al desenlace, inminente, de la cumbre europea, que viene en un momento en el que los datos de contagio a nivel global vuelven a mostrar niveles alarmantes. Además, prosigue la campaña de presentación de resultados, que nos debería dar algo de visión para los próximos meses, en términos de beneficio empresarial…el cuál dependerá, en todo caso, del grado de apertura económica. Con los mercados en modo ciertamente estival, a nivel de volúmenes de contratación y el ruido geopolítico que viene de EEUU, que ve acercarse las elecciones de noviembre, no se puede pedir más. Mucha prudencia, atención a las oportunidades… Y contener la respiración, por Europa.

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