Con la “hucha de las pensiones” de la Seguridad Social en caída libre desde 2012, momento en el que empezaron las retiradas de fondos para afrontar los pagos de las prestaciones actuales y que ya suman más de 75.000 millones de euros de merma, tenemos el deber, y casi la obligación como ciudadanos responsables, de planificar nuestra jubilación a nivel individual, porque en una sociedad que cada vez está más envejecida, no podemos fiarlo todo al sistema público.
La realidad además es, según análisis de la consultora KPMG, que 4 de cada 10 jubilados reconoce a día de hoy tener dificultades para llegar a fin de mes debido a que no realizaron una buena planificación financiera cuando tocaba. 3 de cada 10 admite incluso llegar sin ahorros al momento de dejar de trabajar. La creciente tasa de paro y la reducción continúa de los sueldos, como se puede ver en las estadísticas de la Seguridad Social, unida a una población que cada vez tiene una esperanza de vida mayor, lo que aumenta los gastos sociales, hace totalmente imprescindible completar la pensión pública con ingresos privados si aspiramos a mantener nuestro nivel de vida.
En este escenario el producto más extendido son sin duda los planes de pensiones, pero como nos cuenta Álvaro Dorado, gestor patrimonial de Banca Privada en Renta 4, “hay otras opciones que pueden cuadrar mejor según el perfil de riesgo que tengamos”. Entre esas opciones destaca el Plan de Previsión Asegurado (PPA), un producto muy parecido a los planes de pensiones, aunque con la diferencia principal de que son un seguro de ahorro que, por tanto, garantizan que a la hora de la jubilación tengamos, como mínimo, el mismo dinero que habíamos invertido.”
Hablamos por tanto de un producto mucho más seguro. El PPA siempre te va a garantizar que cuando te vayas a jubilar al menos recuperarás el dinero que has invertido en el producto, haya pasado lo que haya pasado con los mercados financieros. “En el caso del plan de pensiones individual, éste no puede ofrecer por sí mismo ninguna garantía, por lo que no es posible asegurar que el cliente vaya a recuperar las aportaciones realizadas en el momento de la jubilación. El PPA es por tanto mucho más adecuado para los clientes con un perfil de inversión conservador”, añade Álvaro Dorado.
Es verdad que existen los Planes de Pensiones Garantizados, pero esa garantía siempre es externa. Es la entidad financiera que lo comercializa (habitualmente, un banco), y no la entidad gestora del plan la que asume el compromiso de aportar la cantidad necesaria para que el cliente conserve su inversión inicial a una determinada fecha prefijada. Además, la garantía sólo opera en una determinada fecha, y no en ninguna otra.
La mejor noticia para el ahorrador es que los planes de pensiones y los planes de previsión asegurados son perfectamente compatibles y están en continua competencia, pudiendo traspasarse de uno a otro, tantas veces como se quiera, sin incurrir en ningún coste fiscal. Es decir, que podemos invertir una parte del dinero para la jubilación en un plan de pensiones y otra parte en un PPA y así diversificar el riesgo. Por sus características, un PPA será más interesante cuando los tipos de interés están altos y menos cuando los tipos de interés son más bajos.
Donde no existe diferencia entre un PPA y un plan de pensiones individual es en la ventaja fiscal de la que gozan por el diferimiento de la tributación que conllevan. En ambos se puede aportar hasta un máximo de 8.000 euros anuales (con el límite del 30% de los rendimientos netos del trabajo), sin pagar impuestos por esa cantidad, ya que reduce la base imponible, siendo en la jubilación cuando habrá que pagar por ello, aunque se supone que a un tipo marginal más bajo.