¿Qué es el Legal Design Thinking?

La creatividad no es un don reservado a unos pocos elegidos. Se puede entrenar y aplicar a todos los sectores.

Si decimos Design Thinking, a muchos se les vendrá a la mente: “Es eso de explicar cosas con dibujos”. Si eres uno de ellos, te recomiendo leer Una historia sobre Visual Thinking. Este texto da en la clave: “Todas las cosas se crean dos veces”. Uno primero “crea” las cosas en su mente y luego las vuelve a “crear” en la realidad. De eso se trata, de “pensar mejor”.

La definición habla del Design Thinking como una metodología práctica que fomenta la creatividad, facilita la colaboración y la cocreación entre profesionales de distintos ámbitos y permite mejorar los procesos organizativos, diseñar nuevos servicios y productos y mejorar la experiencia de sus clientes.

Conquistar el mercado

Esta metodología no es nueva. El Design Thinking surgió en los años 50 en Estados Unidos, aplicado entonces al sector industrial. Ha habido que esperar 40 años para que se conciba tal como hoy la conocemos y se extienda al sector servicios.

De hecho, se considera uno de los métodos más eficaces para conseguir ideas innovadoras que conquisten el mercado según MacGuffin. Esta agencia explica muy bien el proceso del Design Thinking para captar qué necesidades tiene el consumidor y cubrirlas por medio de un producto. Porque una característica fundamental es que el Design Thinking pone la experiencia del cliente en el centro de la innovación.

Sector legal

¿Tiene cabida el Desing Thinking en el sector legal? Por supuesto, hoy más que nunca. Nuevas líneas estratégicas para que nuestra organización se adapte mejor al futuro, servicios innovadores que cumplan las necesidades de nuestros clientes, la digitalización de las firmas, la mejora de la experiencia de los clientes… Vivimos una auténtica (r)evolución de las firmas, inmersas en una carrera por la innovación.

Así, se ha llamado Legal Desing Thinking a la aplicación de esta metodología para resolver los retos actuales del sector legal a través de la creatividad y teniendo como eje central al cliente, destinatario del servicio legal, del contrato, de la norma, de la sentencia, etc. Algunos ejemplos prácticos los encontramos en la mejora de la redacción de contratos para que sean “entendibles” o a la transformación digital, cultural y física de los despachos de abogados.

La creatividad se entrena

¿Se puede aprender a innovar? Sí. Iniciativas como la creación del Instituto de Innovación Legal (IIL), promovida por un grupo de profesionales convencidos de que la innovación debe ser parte de nuestro día a día, ayudan a  unir fuerzas y dirigir más recursos hacia la innovación en nuestro sector.

Es justo reconocer que la innovación comienza a ser habitual en el sector jurídico, pero queda un largo camino por recorrer y este es el momento para hacerlo.

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